“Diez años
pasaron esta noche,
Huirás,
Si lo haces
Seré alguien
Para encontrarte
Vi ese día
Perdí la cabeza
Señor, estoy bien
Tal vez en un
tiempo
Querrás ser mío.”
-El Mañana,
Gorillaz.
Él no es lo que
era. Está sentado. Inmóvil.
Stan lo miró, impasible, y no supo reconocerlo. La sala es ridícula. Él no ve al que tiene sentado enfrente, al hombre
fornido e imponente que alguna vez fue un niño delgaducho que lo seguía a todas
partes. No ve nada.
Los ojos de Chas estaban quebrados, irrevocablemente quebrados. Stan
no tenía esperanzas al mirar a su hermano. Las enfermedades mentales eran como
demonios, y ya no eran curables. No supo decir porqué la había escuchado al
venir allí.
Háblale, la podía escuchar
decir, Háblale y mira si te escucha.
La boca de Stan se abrió, pero de ella no salió nada.
Podía ver los cambios. Él sigue
siendo fornido, sigue siendo alto, sigue siendo más bajo que él.
-Ch… Chas. Hola.
No recibe
respuesta.
¿Porqué
siquiera la espera?
-¿Me recuerdas?
-Stan. Soy Stan.
-Me decías Tannie.
-Siempre me pareció ridículo.
-Y…
No
la menciones, le habían dicho. Stan se calló.
-… Y, parece que te he seguido incluso aquí.
-¿Recuerdas cómo solía seguirte a todos lados?
-A veces incluso te seguía al baño.
-No vi nada, lo juro.
-Sólo quería molestarte.
-¿Puedo molestarte?
-…
-Veo que no.
-Ya no funciona.
-¿Qué te pasó?
-Vamos, responde.
-Responde, pedazo de margarina.
-¿Recuerdas cómo solíamos insultarnos?
-Probablemente no.
-Probablemente me has olvidado.
-¿La has olvidado a ella?
Un manotazo. Un rayo de furia
le atravesó el rostro.
-Debería dejar de molestarte.
-Dicen que no tienes remedio.
-Dicen que ya nadie tiene remedio.
-Pero tus hijos están aquí, ¿sabes?
-No lo sabes.
-Pensé que al menos sabías de Bram.
Ni siquiera
obtiene una negativa. Su hermano era una roca.
Stan suspiró.
-¿Debería traerlos, o deberíamos todos dejarte de una vez en paz?
-Tal vez quieres esto.
-Pero yo no.
-¿Acaso importa?
-O te mueres de la culpa.
-O te mueres de la culpa.
-Hijo, no sabes nada de culpa.
-¿Acabo de llamarte hijo?
-Eres mi hermano.
-O se supone que lo eras.
Tiempo. La puerta se
cerró. Chas alzó la vista perezosamente, apenas un segundo.
Pero parece que vio.
Stan cerró la puerta.
-No sirvió de nada.
Camina
sin dirigirle una mirada. Silah se levanta, silenciosa, y lo sigue.
-¿Eso crees?
Él lo mira, duro como la roca en que su hermano se convirtió.
Él lo mira, duro como la roca en que su hermano se convirtió.
-Eso sé.
Silah
mira atrás. A través de la ventanilla, Chas Brook es sólo una figura.
Pero
esa figura mira.