viernes, 16 de enero de 2015

Caótica Sinfonía, Capítulo Treinta y Dos: Nunca Dejaré Esto Ir.


“Tal vez si mi corazón deja de latir
No dolerá tanto como lo hace
Y nunca tendré que responderle
A nadie de nuevo
Por favor no me tomes a mal
Porque nunca dejaré esto ir
Pero no puedo encontrar las palabras para decirle
No quiero estar sola
Pero ahora siento como que no te conozco.”
-Let This Go, Paramore.

Zoe rodó sobre su nueva cama una vez más, sólo para acabar estrellándose de narices contra la mullida alfombra púrpura (como los ojos de Zhack) que cubría el suelo.
-Ugh.-gruñó.
Se suponía que estaba durmiendo, intentando acoplarse al horario mexicano. Pero no podía. No era que no estuviera cansada, porque lo estaba-era un extraño tipo de cansancio. Músculos dormidos, blandos. Ojos agotados. Boca buscando formar un bostezo.
Y muy poco cansancio para lograr dormir.
Demasiadas cosas habían sucedido, y su mente estaba corriendo.
Observó como el cielo se aclaraba por la ventana, notando las diferencias al amanecer en las Tierras. Se habían instalado cómodamente en el edificio de apartamentos donde tanto Bram como la familia de Silah vivían; algunos de ellos-como Chainne, Cydak y Stan-en un apartamento distinto al de ellos. Por alguna razón, Bram había elegido a Zhack para vivir junto a Zoe y él mismo.
Zoe no quería pensar en la razón.
-Emet: leal, incondicional. Así se le llama. Cuando una persona haga que líneas de su color de ojos aparezcan en tus ojos, no la dejes ir. Jamás.
La puerta se abrió, dejando entrar un pequeño resquicio de oscuridad.
-¿Estás despierta?-un susurro.
Zoe se preguntó si debería pretender estar dormida, pero al final se decidió contra ello. No podía seguir huyendo de Zhack para siempre; así que se arrastrró por la alfombra hasta asomar la cabeza enfrente de una de las doradas patas de hierro de su nueva cama.
Bram no era un as de la decoración, pero recordaba sus colores favoritos. Colores en los que Zoe no se había fijado desde su supuesta muerte. Colores completamente ilegales.
-Huh.-una ligerísima sonrisa curvó los labios de Zhack.-¿Porqué estás en el piso?
-Me acostumbré a dormir en él.-dijo ella. Intentando no reírse, añadió:-En realidad me caí de la cama.
Zhack soltó una suave, pequeña risa, aún parado dudoso en el umbral de su puerta.
-¿Zoe Brook, cayéndose de la cama?
-Jaja, claro, ríete. No he tenido camas para caer desde hace mucho. Pasa, que no muerdo.
Él arqueó una burlona ceja.
-Vale, sí muerdo, pero ahorita mismo no estoy de humor.
Observó la ventana de nuevo, ignorando la aceleración nerviosa de su corazón al sentirlo aproximarse. Las cortinas eran coloridas, bordadas con diversas figuras. Flores, pájaros, soles.
-No he logrado dormir nada. Tu hermano está roncando justo al lado de mi cuarto.
Zoe sonrió brillantemente, recordando las noches en las que se dormiría al sonido de los ronquidos de su hermano-una alarma segura, si paraban, había que despertarse-, con alegría por primera vez en años.
Zhack la estaba viendo como si de la nada el sol lo hubiera cegado.
-¿Qué?-preguntó Zoe, de inmediato borrando su sonrisa.
Dejó caer la cabeza contra la alfombra, más cómoda que su cama en las Tierras Blancas. Él simplemente sacudió la cabeza.
-Nada. He estado pensando…
-¿Y ese milagro?
Zhack puso los ojos en blanco.
-Ja. He estado pensando, cosa que hago frecuentemente, que si no me das una oportunidad es por algo. Y ese algo es que no confías en mí.
O que confío en ti demasiado para lo poco que te conozco, pensó Zoe, pero no lo dijo.
-Así que he decidido contarte más sobre mí, para que me conozcas mejor.
-Espera.-Zoe se incorporó, jalando una almohada del también colorido cubrecama que su hermano le había comprado. Colocó el peludo almohadón carmesí sobre la alfombra y apoyó la cabeza en ella.-Ahora sí. Te escucho.
-Um.-Zhack carraspeó, algo nervioso.-Vale. Eh…
-Guau, ahora te conozco mucho mejor que nunca.
Él se rió, una risa larga, relajada, alegre. Zoe sonrió.
-Vale, vale. Uuuh… okay. Nací en las Tierras Negras, en la capital, en el año 42. Era otoño. No sé prácticamente nada sobre mi madre, sólo que si está viva, Fersmoth la mantiene lejos de mi alcance. También sé que tiene ojos similares a los míos, pero sin vetas.
“Desde pequeño, tuve un temperamento corto. Me enojaba con facilidad. A partir de los nueve, cada vez que tocaba a alguien al estar enojado, ese alguien se retorcía de dolor. Fersmoth notó esto y me prestó atención por primera vez en años. No me alegré. Había estado viviendo decentemente con nanas y sin padre, y las pocas veces que había estado con él me habían traumatizado.”
Zhack le dirigió una pequeña sonrisa, como disculpándose. Zoe asintió para instarlo a continuar.
-Cuesta ser un niño cuando tienes al Emperador de las Tierras Negras como padre. Me sumió en el entrenamiento de inmediato. Aprendí a controlar mi habilidad, o intentarlo. Es como un monstruo. Necesita salir, o me destruye. Intenté dejarla de usar, y acabé casi muriendo de una aneurisma.
“No lo volví a intentar. Eso ha sido mi vida: torturar gente, torturarme a mí mismo por ello. Algunas personas murieron antes de decir algo, antes de permitirme parar. Lo detesto. Fersmoth es el que me hizo desarrollar la habilidad, el que la convirtió en un monstruo, el que hizo que no pueda pasar de dos días y tres horas sin utilizarla, aunque sea en mí mismo.”
-¡Espera!-Zoe se incorporó de un salto, horrorizada.-¿Dijiste que la usaste en ti mismo?
-¿No es justo?
Ella presionó los labios.
-Bueno, sí, es justo. Pero de ahora en adelante me tienes a mí para eso, ¿vale?
Él le dirigió una mirada horrorizada.
-¡¿Qué?! No, no voy a-
-Vas a.-dijo Zoe, severa. Se sentó de piernas cruzadas frente a él, sin apartar la vista de la suya.-Ahora, ya que me has contado tu vida, yo te cuento la mía.
Zhack calló sus protestas y escuchó con atención.
-Ahora ya sé mi fecha de nacimiento. Nací en las Tierras Blancas, en un pequeño barrio cerca de la capital. Mmm. No recuerdo mucho de mis padres. Supuestamente, murieron cuando yo tenía tres años, pero resulta que en realidad no murieron. Culpé a Mallock por eso. Bram tenía nueve años, así que acabamos viviendo con una tía lejana. Esa tía murió cuando yo tenía los nueve, así que Bram se encargó de mí desde entonces. Estaba entrenando para ser Vigilante, en otras palabras, robar información para que pudiéramos escapar. Nunca fui capaz de seguir las reglas.
-¿Porqué eso no me sorprende?
Zoe ocultó una risa.
-Calla. Estoy hablando.
-Callo.
-Continuando con mi historia-dijo ella fuertemente.-No podía seguir las reglas y casi siempre Bram tenía que recordarme que me cortara el pelo como corresponde cada mes, por lo que tengo toneladas de cicatrices por tantas razones buenas como estúpidas. Cuando cumplí doce, Bram conoció a Mailanee, la hija de Mallock. Su emet.-Zoe apartó el rostro, sintiéndolo arder.
“Fui feliz. Tenía una familia. Pero por supuesto, todo cayó. Mallock notó a Mai al escaparse para ver a mi hermano. Lo siguiente que sé es que lo han condenado a muerte, tengo un ataque de histeria, golpeo a un Vigilante y me noquean. Cuando despierto, él ya está muerto. O eso me dijeron. Mai me visitó unas noches después, en el orfanatorio, y me dio una llave para que escapara. Tuve que esperar muchos años para eso, pero lo hice. Y eso es todo.”
Zhack abrió la boca para decir algo-y entonces Zoe notó que los ronquidos de su hermano habían parado.

-Por más que esté a favor del emet, Zhack, si pones una mano sobre mi hermana bajo mi techo eres hombre muerto.

martes, 13 de enero de 2015

Caótica Sinfonía, Capítulo Treinta y Uno: Ignorancia.


“No es una guerra no, no es un rapto
Soy sólo una persona pero no lo puedes soportar
Los mismos trucos que alguna vez me engañaron
No te llevarán a ninguna parte
No soy la misma niña de tu memoria
Ahora me puedo defender por mí misma.
No quiero escuchar tus canciones tristes,
No quiero sentir tu dolor,
Cuando juras que todo es mi culpa,
Porque sabes que no somos lo mismo.”
-Ignorance, Paramore.

-¿Estás seguro de que esto sea una buena idea?
-No.
-Para nada.
-Si me lo preguntas, no sé ni porqué lo consideramos.
-No te lo preguntaba.
-¡Shh!
Zhack presionó los labios, mirando a Zoe con ansiedad. La chica estaba apoyada con los codos sobre el mostrador de la “Casa de Reposo”, mirada dura y rostro inmutable. Bram, a su lado, charlaba con un secretario.
-Nunca me imaginé que Sara se fuera a volver loca.-murmuró Stan.
-No creo que se te haya pasado por la cabeza que fuera a abandonar a sus hijos.-dijo Zhack con dureza.
Seguía observando a Zoe, buscando algo, lo que fuera, una señal para entender lo que pasaba por su cabeza. Su mirada se alzó y se encontró con la suya; ella la apartó.

-¿Me vas a explicar exactamente porqué nuestros padres están en un asilo?-preguntó Zoe, controlando cuidadosamente la tonalidad de su voz.
Bram le dirigió una breve mirada.
-La última vez que los visité su apartamento era una porquería, y su estado también. Pensé que sería lo mejor.
Zoe lo miró con sequedad.
-Que no me hayas visto por casi cinco años no quiere decir que no puedas contar las cosas, sabes.
-… Bien.-dijo él, suspirando.-¿Es suficiente si te digo que están mal de la cabeza?
-Bram.
-¡Vale, vale! Él tiene Transtorno de Estrés Postraumático, ella tiene tantas cosas que ni quisiera decirte-
-Señor.-el secretario agitó la mano en dirección a su hermano.-Los hemos puesto en habitaciones separadas. Primer piso, 20ª y 30B.
Él le agradeció con un asentimiento de cabeza y Zoe se soltó del mostrador con un salto, siguiéndolo hacia un pasillo.
-Bueno, pues al menos sintieron algo de culpa.-dijo ella, sintiendo una cruel ráfaga de satisfacción.
Sus zapatos hacían un eco extraño sobre el suelo encerado, tap, tap, y con cada tap incrementaban sus nervios. Lanzó un vistazo sobre su hombro, donde el resto de su grupo se sentaba en la sala de espera, todos mirándola: Chainne nerviosa, Cydak inescrutable, Silah enviándole ánimos, Stan indeciso, y Zhack… Zhack mirándola con seguridad, como si ella pudiera derrotar al mundo entero.
Con un nuevo brote de determinación, Zoe siguió a Bram a través de lo que la gente llamaba Casa de Reposo y ella llamaba manicomio.
-Ahora, explica.-le ordenó a su hermano.
Su hermano.
Que estaba vivo.
Que no había sido ahorcado.
Zoe sonrió.
-No me puedo todos los términos médicos…-
-¡Bram!
-¡Ella tiene Transtorno Límite de la Personalidad, de acuerdo! Dependen el uno en el otro de una manera que me enferma… Parece que son niños, niños violentos. Nada de los padres que conocimos.
Eso la calló, una aguja de pesar punzando en su corazón. Su padre, que le había enseñado el svoboda a una edad tan temprana que ni siquiera lo debería recordar. Su madre, de la que sólo recordaba un flash, una risa, una mirada.
-¿A quién quieres ver primero?
-A quien esté peor.-contestó Zoe.
-Difícil decisión.-murmuró su hermano amargamente.-Papá entonces.
Sala 20ª, acolchonada hasta el punto de ser ridículo. Alfombra suave y peluda, color verde mullido. Almohadones por doquier, cosidos en la pared, de colores calmantes y alegres. Unas cuantas ventanas colocadas en el techo a manera de tragaluces, todas rodeadas por suavidad.
Suavidad por todas partes.
Y en medio, su padre.
Chas Brook era un hombre de mediana edad, de aspecto viejo pero infantil a la vez, con el tono de piel morena que pasó a caracterizar a su familia y una mata de desordenado, rizado cabello oscuro como el de sus hijos. Ni uno de ellos había logrado obtener mucho del aspecto de Sara, excepto quizá por la dureza de sus rasgos eslavos.
Estaba sentado, enrollado sobre sí mismo como un bebé, mirando al vacío.
-No hagas nada repentino.-le susurró Bram a Zoe-. Lo tienen constantemente monitoreado y no es muy violento, pero ten cuidado.
Se aproximó a Chas como quien se acerca a un animal. Lento, agachado, aparentemente submisivo, manos al aire; algo innecesario considerando que su dependecia en Sara era tal que no le interesaba observar el mundo exterior si ella no estaba.
-Papá. Traigo a Zoe.
Nada. Ni la más mínima respuesta.
-Zoe, ¿la recuerdas? Tu hija menor.
La susodicha se acercó con lentitud a su padre, buscando algún rastro de conciencia en sus ojos quebrados, de una extraña sombra de café: no cálida, sino sucia; con líneas de azul cristal igualmente destrozadas.
Un bajo murmullo retumbó en su pecho, subió como ahogo, salió como un sollozo, y todo él se balanceaba hacia adelante y atrás como un niño pequeño.
Bram se levantó.
-Vamos. No te va a reconocer por un tiempo. Ni siquiera me reconoce a mí.
Zoe se levantó, echando una apenada mirada a su padre, quien seguía gimiendo. ¿Cómo permanecer enojada con alguien si ha perdido la cordura?

-Advertencia.-dijo Bram, parando frente a la puerta de la habitación 30B.-Ella parecerá estar sana, pero no lo está. En absoluto.
-¿A qué te refieres?
-Míralo por ti misma.-y la puerta se abrió.
Sala 30B, ridículamente perfecta. Ordenada hasta el cansancio, dando cada signo de aparente normalidad; sin embargo sólo un idiota no notaría como los muebles estaban fijados al suelo, y toda la habitación carente de cosas que pudieran resultar peligrosas. La ventana estaba semi abierta, refrescando el ambiente, y, en una silla frente a ella, su madre.
Sara Brook, mujer de mediana edad con un duro rostro eslavo. Su cabello rubio caía en desorden por sus hombros, cuyos huesos se asoman enfermizamente bajo los tirantes de su vestido. Los ojos que Zoe recordaba como claros ahora parecían cristal quebrado.
-Sara.
Ella se volteó, ojos clavándose instantáneamente en Zoe.
-¡Zoe!-chilló con alegría.-¡Viniste! ¡Sabía que vendrías!
Un parpadeo y Zoe estaba siendo abrazada como si fuera una muñeca de trapo. Entrecerró los ojos, sin sentir ni la menor calidez en el abrazo de su madre.
-Oh cariño mío, te he extrañado tanto…
-No te creo.
Como una tijera cortando un hilo, Sara se separó tan de golpe como había venido.
-¿Qué?-preguntó, frunciendo los labios de manera infantil. Parecía a punto de llorar.
-No te creo.-repitió Zoe.-Si me hubieras extrañado, no me habrías abandonado.
-Pero… yo no te abandoné…
Zoe le regaló una ceja arqueada.
-¿Porqué me abandonaste?
-No… no te abandoné…
-POR. QUÉ. ¿ME ABANDONASTE?
-No… no… ¡no!-las manos de Sara se contraían, aferrando su cabello, buscando algo que golpear.-¡Me haces daño!
-¿Así como el que tú me has hecho a mí?
-¡Me haces daño me voy a hacer daño!-
-Zoe.
La mano de Bram, en su brazo, jalándola fuera de ese lugar.
-Déjala. Se pondrá violenta.
-¡Yo también me puedo poner violenta!
-¿De verdad quieres hacerle daño a tu propia mamá?
Silencio. Sólo Sara murmurando me haces daño me haces daño una y otra vez.
-No.

Y se fueron.

lunes, 12 de enero de 2015

Caótica Sinfonía, Capítulo Treinta: Necesito Un Doctor.


“Estoy a punto de perder la cabeza,
Has estado desaparecido por tanto,
Se me acaba el tiempo.
Necesito un doctor,
Llámenme a un doctor,
Para que me devuelva a la vida.”
-I Need A Doctor, Dr. Dre ft. Eminem & Skylar Grey.

Tantas cosas a una sola vez.
Helada. Se sentía helada. La sorpresa y el dolor, el sufrimiento de todos esos años, tirados por la ventana, y apenas había cambiado pero no era el mismo, ella no es la misma-
-y está vivo y está vivo y está vivo y ella tiembla y ella cae, y su corazón la está rompiendo porque no decide qué sentir-
Temblor.
Pulmones chillando, clamando por aire.
Manos apretadas contra el corazón, como si así pudieran evitar que la rompiese de nuevo.
Miradas volando.
Y Bram sigue parado ahí, quieto, silencioso, permitiéndole absorver la realidad-que está vivo y ella está viva, que de algún modo han sobrevivido todo eso-
-y se siente liberar un pequeño grito, y las visiones y todas sus imaginaciones  oh han desaparecido, oh nunca fueron reales-
-y la horca y su hermano colgando de ella, nunca fueron reales-
-mentira-
-mentira-
-todo fue una mentira-
-Estás vivo.-soltó, temblando y temblando y sintiendo todo a la vez, y entonces, con alivio:-Estás vivo.
Y nadie más parecía entender la escena que ellos dos daban, Zoe temblando, Bram dudando; excepto por Silah y quizá Stan; y Bram acercó una dudosa mano-¿cómo reaccionaría?-a Zoe como si fuera a levantarla.
-y Zoe lo aferra con una fuerza que lo aterra, y de pronto está parada y lo abraza con violencia.
-Tú pedazo de idiota, ¿sabes el susto que me has dado?
Una sonrisa en el rostro de él, pequeña y triste y aliviada y calmada-
-Has cambiado, Zaria.
-Tú también.
Y todo pausa. Nada se mueve. Nadie habla. Nadie respira.
Ellos se miran.
Sus ojos, los de él: vacíos. Sin líneas. Porque la ha perdido.
Sus ojos, los de ella: llenos. Con líneas. Porque lo ha encontrado.
Y su rostro está acorazado. Y ella supo que él le ocultaba algo.
-No me estás diciendo algo. Algo importante.
El mundo está sosteniendo su aliento. Todos los hilos llevan a esto. Un mínimo golpe en el cristal, y este se va a quebrar-
-Mamá y Papá. Están vivos.
El mundo suelta su aliento y todo pasa a través de Zoe quien de la nada se ahoga-
-Oh, Dios.
-No te alegres todavía. Nos abandonaron.
Y lo sucedido deja de ser secreto. Una revolución a punto de explotar, imposible de tener éxito, las Tierras de las Sombras se enteran, y no puede pasar. Diez intentos de revolucionarios, entre ellos los Brook, todos secuestrados. Sarah y Chas no recuerdan que tienen hijos hasta estar en las Tierras de las Sombras.
Abandonados.
Los dejan abandonados.
No importa que hayan intentado salvarlos. Lo eligen a él, podrían haberlos obligado a traerla a ella también.
Y todo ese sufrimiento, fue en vano.
Y no todo fue culpa de Mallock.
Una explosión fue lo que todos esperaban de Zoe Brook. No fue lo que obtuvieron. Toda su lealtad, destruida. Eso fue lo que obtuvieron. Ira, por supuesto. Traición, también.

Y el anillo de Sara Brook, tirado con violencia al suelo.

viernes, 9 de enero de 2015

Caótica Sinfonía, Capítulo Veintinueve: Llueve en el Mar.


“No puedo despegar,
La lluvia y las nubes me quieren ahogar,
Yo quise agarrar
El Sol con la manos desnudas y tirarlo al mar.
Y decían que tan vino yo iba a liarla,
Y decían que la locura me iba a llevar,
Y decían que esta canción no podría cantarla,
Sonriendo mientras veía llover en el mar.
Yo me quiero acostar,
La Luna es una cuna y dejarme llevar,
Ya no puedo contar,
Las penas son granos de arena y se van
con el mar.”
-Llueve En El Mar, Jenny And The Mexicats.

Las estrellas estaban por todas partes, tan cerca que Zoe creía poder estirar su mano y tomarlas. Se preguntó cómo se sentiría, si ardería, si sería helado, si simplemente sería como beber luz por la mañana. El cielo había cambiado radicalmente rápido como en un tiempo acelerado, lo que había sido mañana se había convertido en noche cuando el cuerpo de Zoe aseguraba que aún era de día.
Las charlas de sus compañeros se habían calmado, lo mismo que su esperanza. ¿O sería más apropiado llamarla un mar de emociones? No se atrevía a dedicarle un pensamiento.
-Señoras y señores.-anunció Silah, hablando en español para estar más cómoda.-Les presento las Tierras de las Sombras.-adoptó un tono excesivamente cantarín y controlado-. Hace muchísimo tiempo llamada Tenochtitlán, hace mucho tiempo llamada México, hace poco tiempo aparentemente llamada Tierras de las Sombras pero aún México.
Zoe dejó de observar el cielo y concentró su mirada en la tierra, que se acercaba a una velocidad cómoda pero acelerada. Veía montañas y veía, ¿volcanes?, nunca había visto volcanes, nunca había visto tanto verde junto y de la nada líneas de azul se volvieron cada vez más anchas cuando traspasaron otra capa de aire; y pudo ver canales y casas ordenadas de una manera cuadriculada.
-Bajo ustedes, la Ciudad de México o Distrito Federal, sobreviviente del Apocalipsis, hogar de miles y miles de personas entre las cuales ahora se encuentran. Espero hayan disfrutado su vuelo.
En el Distrito Federal ya era de noche. Brillaba increíblemente, una gema amurallada por agua de intenso azul cuyos delgados brazos penetraban en la ciudad como calles, de las cuales sólo las más grandes escapaban.
-Eso… ¿está construida sobre el océano?-preguntó Chainne, anonadada.
Silah se tomó su tiempo, dándoles una vista impresionante de los edificios, colores, decoraciones y canales. Zoe creyó ver la estatua de un ángel dorado.
-Sobre un lago, en realidad. Nadie sabe cómo es que no se hundió, pero la mayoría se lo atribuyen a la Guadalupana, y al Ángel.
-¿La Guadalupana? ¿Ángel?
-La Virgen de Guadalupe, la patrona de México desde literalmente siempre. Y sobre el Ángel, se dice que el Ángel de la Muerte le tomó cariño a México e intercedió ante Alá-ejem, el Señor, por su salvación.
-¿El Ángel de la Muerte?-cuestionó Zhack.
-Una heroína sorprendente, ¿no?
-¿Heroína?-Stan sonaba sorprendido.-¿Quieres decir que era mujer?
-Sí, Stanley.-Silah sonaba molesta, comenzando el descenso.-Era mujer. Y siempre ha sido un ícono de México.
El cuasi helicóptero se posó con suavidad  en el centro de un círculo color borgoña.
-Bienvenidos.-sonrió Silah. Entonces abrió la fuerta y salió de un salto-. ¡Afuera, todos!
Se bajaron uno por uno, todos mirando alrededor como si fuera un mundo nuevo-que lo era. Sonidos llenaban el lugar, risas, voces, agua corriendo; música… ¿música, verdad? Sonaba tan distintiva, con fuertes voces, ¿trompetas?, y a lo lejos un sonido melancólico como de lágrimas…
-Vamos, rápido, tengo que llevarlos al Palacio Nacional. Hay más que admirar abajo.
Zoe sintió frío.
-¿Palacio Nacional? ¿Tienen un Emperador?
La sola palabra aterró a cada uno de los fugitivos.
-Oh, ¡no! No se preocupen, no tenemos Emperador, ni Rey, ni nada por el estilo. Tenemos una Asamblea elegida por el pueblo, que cambia cada seis meses.
-Menos mal.-Stan dijo lo que todos estaban pensando.-Hemos tenido más que suficiente de Emperadores.

Silah tenía razón: Había mucho más que admirar abajo. Afuera del “helipuerto” donde aterrizaron había una breve extensión de asfalto que desembocaba en un canal, sobre el que danzaban luces y extraños medios de transporte, como barcos abiertos, coloridos y decorados con flores y más de esa extraña música melancólica. Zoe descubrió su origen en una caja grande con montones de botones y teclas, que un hombre viejo hacía sonar girando una palanca.
Silah caminó casualmente a la orilla, hasta que sus pies casi tocaban el canal-hecho que hizo que Stan se adelantara hacia ella como si quisiera agarrarla-y alzó la mano derecha.
-Esas cosas que ven ahí son trajineras, sirven para movernos por los canales.-dijo.-Stanley, no me voy a caer, no hace falta.
La mano de Stan se cayó desilusionada, al tiempo que una trajinera se acercaba a ellos. Era conducida por un hombre descalzo, con un tono de piel que-otra vez-Zoe jamás había visto. No lograba captar muy bien la diferencia, pero era un café distinto a su piel morena.
-¿Para dónde?-preguntó, sosteniendo la trajinera a la acera mediante un palo.
-El Zócalo, por favor.-Silah ya estaba adentro, y fue seguida por los demás.
Se acomodó en el asiento del fondo, mientras que Stan se sentó cerca de Silah y Chainne en un el espacio vacío delante de la zona techada, jugueteando con el agua.
Sintió a Zhack sentarse a su lado.
-Todo es tan libre aquí…-murmuró él, asombrado.
-Lo sé.-concordó Zoe.-Jamás había visto tantos colores juntos.
Ambos observaron a la gente que caminaba en las aceras; riendo, charlando en tonos altos con el mismo acento de Silah; escucharon el extraño sonido del español y se maravillaron al poder entenderlo. Todos vestían distinto. Todos actuaban distinto. Sus cabellos eran distintos, algunos de colores inverosímiles, otros más normales; algunos tenían dibujos en la piel, otros no, y había tanta variedad de ropa que Zoe quedó abrumada.
-Así que, ¿vienen de lejos?-preguntó el conductor de la trajinera, cortando con su palo el agua y así avanzando-. No parecen ser de por acá.
Cydak fue el único con la confianza-o despreocupación-para contestar.
-Venimos de tan lejos que no lo creerías.
-¿Las Tierras de Allá? Mis disculpas en nombre de todo México. Sólo hasta hace poco nos enteramos de qué tan mal están las cosas.
-¿Sabe si la Asamblea ha decidido hacer algo?-preguntó Silah.
-Hasta ahora nada.
Doblaron hacia la izquierda, hacia un canal más grande donde el flujo de trajineras se incrementó considerablemente. Zoe observó una de ellas, donde un extraño grupo vestido de negro, con corbatas rojas y detalles dorados en sus trajes; tocaba y cantaba más de aquella música extraña. Llevaban enormes sombreros de ala ancha.
-¿Qué son ellos?-preguntó.
El conductor le dirigió una mirada curiosa.
-Son mariachis. La música más mexicana que puedas encontrar.-de la nada paró, anclando la trajinera en un pequeño puerto.-Adelante, señores. El Paseo de la Reforma, una de las pocas calles que han sido drenadas. Sigan la Madero y llegarán al Zócalo.
Eso no ayudó a que nadie excepto Silah se ubicara, pero de todos modos dijeron gracias y bajaron al puerto.
-Antes esto estaba lleno de carros.-dijo Silah, caminando con rapidez entre una marea de gente sorprendentemente grande pese a la hora.-Pero con el aumento de la radiación, los carros sólo conseguirían más contaminación, así que ya no se producen.
-¿No usan caminos de levitación?-preguntó Stan, caminando cada vez más cerca de ella, como si temiera perderla (o perderse él).
Zhack le tomó la mano a Zoe, jalándola cerca de sí.
-No necesito protección.-se quejó ella.
-Por supuesto que no, pero quizá yo lo haga.-respondió él, sonriendo burlón.
Zoe bufó.
-Ya en serio, quizá ambos la necesitemos. Los equipos son mejores, después de todo.
Ella no pudo discutir contra eso. Intentó absorver todo lo que pudo de sus alrededores, escuchando a medias la conversación de los demás.
-¿Levitación? Ja, no. Es más cómodo y sano ir a pie, o por Metro, helicóptero o trajinera.
-¿Metro?
Había tiendas a su derecha, la mayoría de libros-¡libros! Zoe sólo los veía quemándose-, y estatuas y un gran palacio-¿sería el nacional?-a su izquierda.
-Sí, el metro subterráneo. Si quieren conocerlo puedo llevarlos…-su voz se tensó.-Aunque está inundado, y el tren viaja bajo tierra y agua. A la izquierda está el Palacio de Bellas Artes, por cierto.
Bellas Artes era blanco en su mayoría, con estatuas de héroes a caballo y una gran cúpula multicolor. Avanzaron hacia la derecha, por una calle estrecha y de piedra uniformada. El olor a comida llegó a ellos, y un coro de estómagos hambrientos rugió con fuerza.
-¡Oh, tienen que probar los tacos de canasta! Son buenísimos, pero tendrán que esperar hasta después del registro. No podemos entrar al Palacio con comida y vamos con prisa.
Las personas se ponían más extrañas en esa calle, que proclamaba ser la Avenida Madero. Zoe no tenía ni idea de quién rayos era Madero.
Había gente disfrazada de coloridos esqueletos, otros de estatuas humanas, otros simplemente tocaban y cantaban. Incluso había artistas pintando a la gente, y puestos de curiosos objetos.
-¿Porqué tantos esqueletos, Silah?-preguntó Chainne.
-Es una tradición.-replicó esta, guiándolos con agilidad.-Celebramos la muerte como celebramos la vida. Son llamados calacas, y tienen su base en la calaca Catrina, quien se dice fue el Ángel de la Muerte.
La calle desembocó en la plaza más grande que Zoe había visto en su vida. Estaba tan llena de gente que abrumaba, y en su centro se alzaba una enorme asta de la que ondeaba una bandera verde, blanca y roja. Zoe captó un vistazo del escudo: un águila parada sobre una planta verde y espinoza, comiendo una serpiente.
Feroz.
-¿Porqué celebran la muerte?-cuestionó Stan, sonando amargado.
Silah los guió hacia la izquierda, buscando el camino más rápido para llegar al Palacio, una larga construcción rectangular repleta de ventanas, de un cálido tono dorado.
-¿Porqué estar tristes sobre ella? Es nuestra reunión con Allah, que es justo donde pertenecemos.
-¿Allah?
Zoe escuchó a medias la explicación que Silah les daba, observando anonadada el imponente Palacio. El interior resultó ser tan elegante como el exterior, con enormes lámparas de cristal que derramaban cálida luz por todas partes.
Silah fue directa a la primera oficina que encontró, donde se paró frente a un mostrador.
-Buenas noches.-saludó-. Traigo a dos chicas whitelander, a dos hombres y un chico blacklander.
-¡Hey!-se quejó Cydak.-Cumpliré dieciocho el próximo mes.
-Niño.-Zhack tosió para cubrir lo que dijo.
-Necesito registrarlos como residentes, no sé si querrán la nacionalidad.-continuó Silah.
-Quiero la nacionalidad.-dijo Zoe.
-Yo también.-dijo Zhack.
-Y yo.
-Y yo.
-Básicamente, todos queremos la nacionalidad.-generalizó Stan.
-Necesitan vivir por lo menos tres meses aquí para eso, lo siento.-se disculpó la secretaria, ocupada armando cinco perfiles en hologramas a su alrededor.-Ahora, tienen que decirme los siguientes datos: Nombre, edad, fecha de nacimiento, si tienen algún tipo de enfermedad, tipo de sangre…
-Uh…
-Em…
Todos intercambiaron miradas incómodas.
-De todos esos, lo único de lo que podemos estar seguros son el nombre, la edad y si tenemos alguna enfermedad.-dijo Zoe.
-¿Qué?
-¿No saben sus santos-quiero decir, cumpleaños?
-Yo creo que nací en el año 45 del tercer siglo Post Apocalipsis…-murmuró Chainne.
Se oyó un sonido de pasos tras ellos, y Zoe se giró-
-Bram. Bram. Bram.
-Zoe Brook nació el 19 de diciembre del año 46, siglo Tres.-dijo su hermano.-Lo recuerdo a la perfección.

jueves, 8 de enero de 2015

Caótica Sinfonía, Quinto Movimiento: Mejorar.



“Hacemos berrinches como fiestas
No estamos felices hasta que todos saben que estamos enfermos
Y es justo así que nos gusta
Hemos sufrido suficiente, correcto, lo ganamos
No le digas a los otros pero todo se está poniendo viejo
Digo ¿cuántas veces más contaremos nuestras historias?
Y ser solitario sólo es divertido en grupo
Como que pierde su encanto cuando es verdad.
Lo decía en serio cuando dije quiero mejorar, quiero mejorar
El resto de ustedes están tan contentos
Sigan donde están pero duele como el infierno.”
-Get Well, Icon For Hire.

-Shh, shh, shh, está bien, está bien…-murmuraba la mujer, acunando la cabeza de su esposo en su pecho.
-Está bien está bien está bien…
-No no no lo está-el hombre era un desorden borboteando palabras, sollozando, apenas gritando, y ella acariciaba su oscura melena como si fuera lo único que lo importara-. No lo está los dejamos no lo está-
La vida parecía haber huido de la sala. Un pequeño apartamento, amueblado metódicamente y sin sentimiento alguno de comodidad, sucio, cubierto en telarañas; la cocina explotando con platos sucios y charcos de diversa procedencia. El olor era seco, más polvo que aire, y la luz desaparecida en combate de la escena.
Bram observó a la pareja, ardiendo en rencor y dolor y desprecio todo a una sola vez, ¿porqué tenía que poseer una conciencia? Y una conciencia llamada Mai que superaba a cualquier otra conciencia.
Si no fuera por que a Mai le gustaría que lo hiciera, él jamás habría acudido a ellos.
-¡La despreciamos!-chillaba el hombre, su respiración salvaje-. ¡Lo elegimos a él cuando pudimos haberlos obligado a traer a los dos!
-¿De verdad crees que con ella nos hubiera ido mejor?-cuestionó ella, alzando su alguna vez clara mirada al cielo-. ¡Se quieren más de lo que alguna vez nos quisieron a nosotros! Somos fantasmas, no hicimos nada…
-No hicimos nada…-concordó el hombre.
No hicimos nada no hicimos nada no hicimos nada
-Sara.-llamó Bram con sequedad, cada célula en su cuerpo detestándola.
“-¿Cómo pudieron dejarla?
-¡Te salvamos de morir! ¿No estás agradecido?
-¡¿Cómo puedo estar agradecido si ahora no tengo nada?!”
Su rubia cabeza se alzó de golpe, todavía murmurando distraídos “Shh”s a su amado, a su adorado, a lo único que le importa en el mundo, más que sus propios hijos.
-Bram.-susurró, posando en él su sucia mirada.
Sucia.
Sucia como ella, sucia como su alma, alguna vez fue clara pero ahora no es nada más que sucia y contaminada.
Mientras, él seguía murmurando.
-Mírala Sara mírala nos odia, mírala no nos ama porqué no nos ama-
-Shh. Bram.-su voz se deshizo en notas suaves que su hijo juzga como falsas, completamente falsas-. Has venido a vernos. Has venido, has venido-
-No he venido a verlos.
Su cara se descompone, su blanca y dura cara eslava se deshace como la de una niña desilusionada.
-¿No?
-Ella viene. Zoe viene.
-Zoe.-la oscura cabeza del hombre se alzó como la de un perro al oler comida-. Zoe Zoe Zoe dónde está Zoe
-¡Zoe viene!-una enorme sonrisa iluminó la descuidada cara de ella, que prácticamente ronroneaba en sorpresa-. Zoe viene Zoe viene a vernos Zoe viene a salvarnos-
-No.-la voz de Bram es dura, dura como él, dura como el hierro.-Ella no viene por ustedes. Ella viene por sí misma. (Y por mí, piensa, por mí y por ella)
-¿No viene?-voz de niña, la suya, y es que, ¿alguna vez fue madura?
-¿No?-voz de niño la de él, porque perdió la cordura.
-Viene.-dijo Bram por última vez.-Viene, pero no por ustedes.

Y cierra la puerta.

miércoles, 7 de enero de 2015

Caótica Sinfonía, Capítulo Veintiocho: Última Esperanza.


“Es sólo una chispa,
Pero es suficiente para mantenerme andando
Y cuando está oscuro afuera, nadie está alrededor
Sigue brillando
Cada noche intento soñar lo mejor que puedo
Que mañana lo hará mejor
Y despiero a la fría realidad
Y nada ha cambiado,
Pero va a suceder.
Debo dejarlo suceder.”
-Last Hope, Paramore.

-Primero que nada, van a necesitar estos.-decía Silah, caminando delante de ellos hacia un extraño vehículo semejante a un viejo helicóptero, pero sin aspas. Les entregó cinco objetos pequeños, que ellos observaron con desconfianza.-Pónganlos en sus oídos, y nunca se lo quiten. Puede que yo hable whitelander, pero allá la mayor parte de la gente habla español-
-¿Español?-Zhack sonaba emocionado, y Zoe esbozó una pequeña y distraída sonrisa al oírlo.
-Sí, somos el único país que sigue casi igual a como estaba antes del Apocalipsis, pero mejor. ¡Les va a encantar la ciudad!
Silah fue dando saltitos hacia el extraño helicóptero sin aspas, que parecía más una mezcla entre un helicóptero y un avión de papel; y colocó su mano en la puerta, haciendo que se iluminara. Una voz robótica dijo su nombre y unas cuantas palabras en lo que Zoe creía era español. La puerta se abrió.
-El viaje acá siempre es increíble, es como si viajaras de regreso en el tiempo.-dijo, saltando dentro del vehículo. Hizo un gesto para que el grupo entrara.
Stan fue primero.
-¿A qué te refieres?
-Oh, hay una diferencia horaria de catorce horas, Stanley, así que-
-¡¿Stanley?!-él sonaba reverendamente horrorizado.
Se dezlizó hacia el extremo más lejano del asiento trasero, permitiendo que Chainne y Cydak subieran tras él, seguidos por Zhack.
-¿Subes?
Zoe parpadeó, notando sorprendida la mano extendida de Zhack frente a ella.
-Ah, sí.-la tomó, permitiendo que la jalara dentro.
Silah cerró las puertas y comenzó a pulsar botones en el teclado que había frente a ella, todavía hablando.
-Sí, Stanley.
-El nombre es Stan, sólo Stan. No Stanley.
-Como desees, Stanley.
Zoe se dejó caer contra el asiento, helada, aterrada, esperanzada y sintiendo demasiadas cosas a la vez para su gusto. Se colocó el dispositivo traductor de Silah en el oído, observando por la ventana cómo el cuasi-helicóptero se alzaba en un completo silencio. Su mente seguía girando alrededor del apodo por el que Silah la había llamado, un apodo que no tenía manera de conocer.
¿Podría ser?
Por favor que sea.
La charla de Silah y Stan era como un ruido de fondo, todo se convirtió un ruido de fondo. Pegó su rostro al cristal de la ventana, observando con profunda alegría cómo la tierra que la había apresado daba lugar al océano.
-¿Qué te pasa?
Su corazón dio un salto, atascándose en su garganta en un desorden de latidos y pulsaciones.
-¡Por Dios, Zhack! ¡Casi me das un ataque!
Él sólo alzó las cejas, como diciendo, ¿y bien? Zoe apartó la mirada.
-Nada.
-Puedes decírmelo, se supone que para eso estoy.
Ella le dirigió una seca mirada, arqueando una ceja.
-¿Es todo esto por el emet?
El cuasi helicóptero dio un pequeño clavado y luego se enderezó, acompañado por un chillido emocionado por parte de Silah.
-¡EMET! ¡¿Tienen emet?! OPD esto es demasiado para mis sentimientos-
-¡¿Qué rayos hiciste siquiera sabes cómo manejar esta cosa?!
-¿Qué significa OPD?
Zoe sintió su rostro arder, tanto de horror como de vergüenza y enojo. Silah le dirigió una mirada indignada a Stan, mientras Chainne y Cydak observaban al resto sin captar nada.
-¡Por supuesto que lo sé, Stanley! ¡Zoe! ¡¿Con quién tienes emet?!
Todas las miradas-menos la de Silah, quien conducía-, se volvieron hacia ella.
-Uh…
-¡Oh por Dios lo sabía!-chilló Chainne-. ¡Zhack y Zoe! ¡Woooo!
-¡¿Qué tú tienes emet con mi sobrina?!
-Oops, parece que el gran y aterrador Stanley ha entrado a fase Tío.-se burló Silah.
Él la fulminó con la mirada, y luego entrecerró los ojos en dirección a Zhack. El susodicho apartó la mirada.
-Eh…
-Sufre, desgraciado.-murmuró Zoe.
-Ojos.
-¿Qué?
-¡Los dos!-ladró Stan-. ¡Quiero ver sus ojos!
El par acercó sus rostros a regañadientes.
-Esto es lo más entretenido que he visto en la vida.-le dijo Chainne a Cydak. Él sonrió.
-Tú-cómo-te voy a-
-Ya párale, Stanley.-Silah interrumpió sus enfurecidos gruñidos casualmente-. El emet no es voluntario.
-¡Por supuesto que no es voluntario!-soltó Zoe.
Zhack le dirigió una mirada herida, empujando ligeramente el labio inferior hacia adelante.
-Hey…
-De todos modos.-prosigió Silah-. Ustedes son un grupo extraño. ¿Son todos de las Tierras Blancas?
-No.-Zoe dirigió una mirada vengativa a su tío.-Stan trabajaba para Fersmoth.
El cuasi-helicóptero dio un clavado de nuevo.
-¡¿Dijiste qué?!
-¡Zhack es el hijo de Fersmoth!-soltó Stan.
Y de nuevo.
-¡Y yo los ataqué!-soltó Cydak.
Otra vez.
-¡Y yo inundé las Tierras Blancas!-soltó Chainne-. Bueno, una parte de las Tierras Blancas.
Y de nuevo.
-¡Yo escapé de las dos Tierras!-soltó Zoe.
-¡Y yo… yo… yo también!-añadió Zhack, sin que se le ocurriera otra cosa que decir.
-Por Dios, qué adorable.-soltó Zoe.
-¿Ajáaaaa?-Zhack le dirigió una mirada pícara.

-Okay, ya vale.-dijo Silah-. Si siguen así olvidaré cómo manejar esta cosa.