lunes, 24 de marzo de 2014

Caótica Sinfonía, Capítulo Cinco: El que manda y el que mata.


"Cuando me hable usted debe escuchar
Todos ustedes me pertenecen
Vamos, que hay que ponerlo en marcha
Ahora lo que quiero es específico
Respeto lo que han hecho por ti
El gobernante y el asesino bebé
No hablar, no decir nada, OK?
No hablar, no decir nada, OK?
No hablar, no decir nada, OK?
Para el gobernante y el asesino bebé
No hablar, no decir nada, OK?
No hablar, no decir nada, OK?
No hablar, no decir nada, OK?
Para el gobernante y el asesino bebé"

-The ruler and the killer, Kid Cudi.

Zoe se las había arreglado bastante bien hasta el momento, pero cualquiera se daría cuenta que su tiempo se estaba acabando. Al principio, Fersmoth había estado entretenido por la chica, quien hilaba mentiras como quien respira, pero su expresión de hilaridad pronto daba paso al aburrimiento.
El miedo todavía no había abandonado a la chica, pero eso era algo normal. Nunca la abandonaba de todos modos; así que lo reunió en su interior y lo inflamó con rencor para darse fuerzas.
Solo necesitaba sobrevivir. Solo eso. Y era algo bastante difícil de lograr, así que si centraba en ello no necesitaría pensar en nada más.
Zoe desconectó su consciencia y permitió que sus instintos la manejaran.
-Ahora que nos hemos divertido un poco, ¿nos vas a decir tu nombre?-preguntó Fersmoth, aun con esa maligna sonrisa de ardilla mutante.
Zoe fingió sorpresa.
-¿Qué? Pero si ya se los he dicho, Supremacía.-dijo, de una manera tan convincente que Stan casi le creyó. Enunció las siguientes palabras como si hablase a un bebé.-Mi. Nombre. Es. Marilyn. Taylor.
La sonrisa de Fersmoth se borró de su rostro como si alguien hubiese apagado un interruptor, y todo lo que quedó fue una expresión calculadora.
-Zhack.-llamó, su orden resonando por las blancas paredes.

Zhack esperaba fuera de la sala de tortura con los brazos cruzados. Se mantenía frío, distante, como siempre que lo llamaban a ese lugar. Hacía mucho que había aprendido a desconectar. Sin embargo su estómago hacía una pequeña danza en su interior, retorciéndose como cantando algo va a pasar, algo va a pasar, algo va a pasar.
Zhack lo acalló con ímpetu e ignoró la manera en que su pulso se acrecentó cuando lo llamaron.
Era solo una tortura más.
Nada fuera de lo normal.
Sin embargo, cuando entró a la habitación y vió a una chica de las Tierras Blancas en ella, supo que era algo completamente fuera de lo normal.

¿Zhack? ¿Acaso creían que ella se iba a rendir tan fácilmente? Ni en sueños.
Zoe no apartó la mirada de Fersmoth mientras este daba vueltas a su alrededor como un halcón, observándola de una manera que la hacía querer matarlo a golpes.
-“Marilyn Taylor”-hizo comillas en el aire.-Me parece que es hora de que conozcas a alguien muy especial.
Como si hubiese estado esperando la llamada, la puerta se abrió y por ella entró el chico más atractivo que Zoe había visto en su vida. Su corazón dio un sobresalto, y ella se reprendió e intentó volver a concentrarse. A pesar de todo, no pudo evitar que su mirada lo procesara rápidamente.
-“Marilyn Taylor”-más comillas.-Este es mi hijo, Zhack. Zhack-señaló a Zoe, acompañando el gesto de aún más comillas-“Marilyn Taylor”.
¿Fersmoth tenía un hijo? ¿Y era guapo? Con cómo se veía Fersmoth, Zoe hubiese esperado otra ardilla mutante, no un chico cuyos profundos ojos morados-¿era ella, o tenían vetas doradas?-hacían que sus rodillas se sacudiesen. De inmediato intentó controlar la reacción de su cuerpo, pero no pudo hacerlo. Sus ojos seguían absorbiendo cada detalle en su anatomía: su complexión grácil y fuerte, como un depredador; su rostro duro, su despeinado cabello castaño solo lo suficientemente largo para indicar su posición noble, la manera en que su uniforme negro abrazaba sus abdominales…
¡Basta, Zoe! ¡Ya!
Debía haber permanecido babeando durante mucho tiempo, puesto que todos la miraban como si esperasen algo de ella. Excepto él. Él la miraba como si fuese el más intrigante rompecabezas de su vida.
-¿Qué?-Zoe arqueó una ceja cuya depilación le había costado más sufrimiento del normal.- ¿Esperan que haga una reverencia?
El silencio le confirmó las sospechas. Zoe, quien realmente no quería hacer una reverencia, se sentó en la cama de hospital con tranquilidad.
-Nope.-respondió, y comenzó a tararear.
Terrible error, pero no parecía importarle en absoluto.
La mano de Fersmoth salió disparada hacia su cabello y agarró su nuca con la fuerza del hierro, forzándola a hincarse frente a Zhack. Zoe alzó el rostro en rebeldía, fulminando a todos con la mirada.
-Comienza.-le siseó el Emperador a su hijo.-No tenemos todo el día.
La dejó caer en el suelo. Zhack se acercó ella, y su mano se acercó, temblando casi imperceptiblemente, a Zoe. Sus miradas se encontraron, y lo que ella vió en la de él la aterró.
Dureza. Pura y terrible dureza, murallas de hierro firmemente establecidas.
Cuando su mano tocó el hombro de la chica, ella sintió chispas.

Y no de las buenas.

jueves, 20 de marzo de 2014

Caótica Sinfonía, Capítulo Cuatro: La Hija de Abraham.


"Al mismo tiempo que un ángel llamaba al holocausto
La hija de Abraham alzó la voz
Entonces el ángel le preguntó cómo se llamaba
Ella dijo "No tengo nombre"
Él preguntó "¿Cómo puede ser?"
"Mi padre nunca me puso ninguno"
-Abraham’s Daughter, Arcade Fire.

En toda su vida, Zoe no recordaba ni un solo momento en el que hubiese estado más aterrada. Podría pasar recuerdos en su mente como páginas de un libro, pero entre todos ellos, sólo uno rivalizaba al presente: el momento en que Bram había sido condenado a muerte.
Zoe lo recordaba a la perfección.
El miedo, la parálisis.
El frío, el horror.
Como dedos de un fantasma deslizándose por su nuca.
Como la presión de toneladas de agua ahogándola, apagándola.
Miguel A. Arranz en Surreal and ConceptualEn el presente, se encontraba parada en el centro de la habitación vestida con una bata de hospital que dejaba poco a la imaginación. En medio del mar de blanco, el hombre al que Cretino respondía resaltaba como una mancha negra, rodeando a Zoe con los ojos calculadores de un depredador. Su rostro pálido y colmilludo le recordaba a Zoe a una malvada ardilla mutante, y tuvo que morderse la lengua para no reír.
Eso era: se estaba volviendo loca. ¿Quién más se reiría en semejante situación?
Tipo Negro sonrió satisfecho y juntó las palmas de las manos rápido y con fuerza, creando un sonido que Zoe jamás había escuchado.
-En perfecto estado.-proclamó, como si la chica fuese un objeto.-Muy bien hecho, Stan.
¿Stan? Así que ese era el nombre de Cretino. Huh.
Zoe tosió un insulto, y Cretino-Stan le dirigió una sonrisa que sugería que sabía lo que había dicho.
Bien, que lo escuchara. De todos modos, ella iba a morir.
Pero no sin oponer resistencia.
Zoe le dirigió una mirada fulminante, su mente absorbida por una vívida imagen de ella ahorcando lentamente a Stan. Ah, si tan solo pudiese hacerlo. Pero incluso si pudiera no serviría de mucho, Stan-Cretino era ridículamente fortachón y probablemente le doblaría la edad; mientras que Tipo Negro, a pesar de no verse mayor de treinta, tenía este aire de antigüedad que sugería que podría haber visto a los mismísimos Antiguos: los humanos sin poderes ni fuerza de antes del Apocalipsis.
-¿Por qué no nos dices tu nombre?-Tipo Negro esbozó una sonrisa que pretendía ser encantadora.
En su interior, Zoe se estremeció. Tipo Negro tenía una terrible aura de poder, de oscuridad, de malignidad que hacía que se planteara si podría salir viva del asunto.
En el exterior, Zoe bufó. Por su rostro se extendió una divertida sonrisa que sugería que Tipo Negro era un tonto.
-¿Por qué habría de hacerlo?
Los dos hombres intercambiaron una mirada entretenida, como si la chica fuese un animal pequeño y acabase de hacer un truco.
-Te dije que era una difícil, Fersmoth.-dijo Stan.
¡¿Fersmoth?!
Zoe sintió como si la hubiesen golpeado en el estómago, y de repente perdió la capacidad de respirar. Oh no, oh no. Su mente se inundó de imágenes de muertes dolorosas, de entregas a Mallock, de tortura en su máxima expresión. Oh no, oh no, oh no. Su corazón temblaba congelado en su pecho, y con cada latido enviaba ramalazos de pánico por todo su cuerpo.
Fersmoth sonrió, y su sonrisa fue negra y maligna.
-Bien, ahora que sabes con quién estás tratando, ¿por qué no nos dices tu nombre?
Oh no, oh no, oh no. Piensa rápido, Zoe, piensa rápido, por Dios.
Escupió el primer nombre que se le vino a la mente.
-Marilyn Taylor.-¿Marilyn Taylor? ¿De dónde había salido eso?
Stan bufó.
-Ese no es su verdadero-
La alegre exclamación de Fersmoth lo interrumpió.
-¡Una Taylor! ¿Cómo están tus padres, Marilyn?
Otro golpe en el estómago para Zoe, esta vez acompañado de esquirlas de hielo danzando en su interior. ¿Podía Fersmoth ser tan fácil de engañar?
Sospechaba que no.

En absoluto.

viernes, 14 de marzo de 2014

Caótica Sinfonía- Capítulo Tres: Barreras.



“No mires
Solo déjalos pensar
No hay otro lugar
En el que debas estar.
Y ahora no puedes volver atrás
Porque esta ruta es todo lo que tendrás.
Y es obvio que estás muriendo, muriendo.
Solo la prueba viviente que la cámara está mintiendo.
Y ábrete, porque esta es tú noche.
Así que sonríe.”
-Fences, Paramore.

Lo primero de lo que Zoe fue consciente fue el blanco. Blanco, blanco y más blanco. ¿Acaso todo había sido un sueño? ¿Acaso nunca había escapado?
Lo segundo que notó fue el olor a antiséptico. De inmediato se sintió como si volviese a tener diez años, llena de un asqueroso deja-vú que la absorbía con su enormidad. El terror la llenó, al igual que un montón de bizarras ideas sobre cómo podía haberse sumido en un coma tras la muerte de Bram, cómo podría haber imaginado los últimos seis años de su vida, cómo podría haber despertado una vez más sola en el mundo, cómo…
… cómo podría haber perdido la vista.
Zoe sabía que tenía los ojos abiertos.
Concrete Angel
Pero no veía nada.
El horror se hinchó como un globo en su interior mientras los recuerdos de lo que en realidad había sucedido regresaban a su mente. Zoe no podía tolerar sentir miedo, así que pasó a la siguiente reacción lógica y razonable.
Furia.
“¡¿ACASO ESE CRETINO ME HA DEJADO CIEGA?!”-rugió, furibunda, en su cabeza. Es que, ¿quién RAYOS se creía que era para hacerle eso? ¡Nadie tenía el derecho a arrebatarle su vista, mucho menos él!
Zoe rabió en su mente, soltando improperios e insultos con la habilidad de un hombre viejo que se pasa la vida chismeando en la cantina.
¡Había perdido la vista!
¡Había perdido la vista!
¿Qué se suponía que iba a hacer ahora?
Imágenes de ella misma como una vieja arrugada y amargada apoyada en un bastón en las Tierras Blancas la invadieron, además de otras imágenes más terribles: el blanco.
Blanco era lo único que podría ver si en realidad había perdido la vista.
Para su enorme alivio, la mar blanca que veía frente a ella comenzó a tambalearse y cambiar. Luces de colores explotaron frente a sus ojos, y por un momento sintió como que caía-antes que el blanco volviese.
Pero no era una mar.
Eran paredes.
Estaba en un hospital.
Zoe volvió a la conclusión a la que el pánico la había reducido antes de creer que estaba ciega: ¿habría entrado en coma y soñado los últimos seis años de su vida?
Pero no.
No podía ser.
Porque una de las paredes era de cristal, y había dos hombres vestidos de negro tras ella.
Uno: el cretino del ataque.
Otro: un hombre alto e imponente cuyas anchas espaldas estaban cubiertas por una capa negra, y cuyo largo y asquerosamente sedoso cabello colgaba ostentosamente como si estuviese hecho de la noche misma. Una enorme metralleta colgaba de su costado.
Exactamente, ¿a dónde había ido a parar Zoe?
No tenía ni idea.
Prosiguiendo con su evaluación de la situación, Zoe luchó por sentarse. Tenía un montón de cables a su alrededor, y una intravenosa conectada a un punto en el interior de su codo. Se los arrancó de un jalón, sin darle ni un pensamiento al dolor. Su cuerpo se sentía agarrotado cuando al fin se paró en medio de los pitidos y chorros medicinados de los tubos, que dejó caer con descuido al suelo.

Del otro lado, Stan percibió el movimiento. La chica se había despertado, y los cables y máquinas pitaban a su alrededor con un irritante estruendo. Su mirada gris ahora lo fulminaba con todo el esplendor de la consciencia.
Mientras tanto, Fersmoth seguía hablando.
-… ¿Entiendes?
-Mi señor.-por el rostro de Stan se extendió una sonrisa malévola.-Creo que nuestra fugitiva se ha despertado.


Caótica Sinfonía- Capítulo Dos: Frío.


"Dios y sus sacerdotes y sus reyes
Todos esperaban, todos esperaban mientras ellos se acercan
Sostenida entre el cielo y el infierno
Mientras ellos están bailando, mientras ellos bailan una y otra vez...
Dios y sus sacerdotes y sus reyes
A su vez en sus caras, incluso se siente el frío, oh… oh
Lo que se da no puede ser olvidado y nunca abandonado
Lo que se da no puede ser olvidado y nunca abandonado”

-Aqualung & Lucy Schwartz, Cold.

Había algo extrañamente fascinante en los ojos. Expresaban todo sin necesidad alguna de palabras, expresaban todo lo que su dueño sentía sin que este quisiese que lo supieras. Hacía muchos siglos, antes del Apocalipsis, que el color de los ojos era algo hereditario. El más común había sido el café.
Ahora, tus ojos reflejaban tu personalidad, y personalidades café habían muy pocas.
Los ojos de la chica inconsciente que Stan había noqueado eran grises. Grises con tono aguamarina y una extraña capa de luz que sólo podía ser llamada luz de sol sobre ellos. En ese momento, no expresaban nada más que el vacío de la inconsciencia.
Y era culpa de Stan.
Stan hizo una mueca al sentir una punzada de ridícula culpabilidad. Era ridículo, verdaderamente ridículo: sólo había estado siguiendo órdenes. No había razón para arrepentirse. Era su trabajo. Stan había sido educado para convertirse en un arma: mortal y certero, esperando sólo a que un dedo presionase el gatillo para disparar la bala. El dedo pertenecía a Fersmoth, y Fersmoth no podía ser desobedecido.
Jamás.
Por alguna razón, Stan no podía apartar la mirada de la chica. Era joven: quizá de unos dieciséis años. Su cabello era castaño y estaba cortado hasta justo hasta abajo del pecho, ni un centímetro más ni un centímetro menos; y cuando estaba consciente, su rostro mostraba una fiera determinación y rebeldía difícil de encontrar en estos días. Le resultaba extrañamente familiar, como si una profunda parte de su ser le dijese que esta chica era alguien, no sabía quién, pero alguien a quien debería reconocer.
Alguien familiar.
Su rostro le traía a la memoria el recuerdo de un rostro amado, y Stan se obligó a enterrar el recuerdo en las profundidades de su mente, sintiendo un inesperado ramalazo de rencor hacia la chica.
¿Quién era ella para obligarlo a recordarla?
¿Quién, quién?
Ciertamente, ambos rostros eran casi idénticos, si exceptuabas la diferencia de edad. Pero Stan no quería recordarla, oh no. Quería seguir siendo un arma: irrefrenable y manejable y libre de la necesidad de pensar. Libre de los recuerdos.
Era mucho más fácil así.
Siguió observando la mirada gris e inexpresiva de la chica a la que había noqueado y traído a las Tierras Negras. En medio de sus irises grises parecía flotar el recuerdo del ataque: golpes y puñetazos y ondas de choque y mordidas cuando el cansancio había sido demasiado para usar la energía.
El recuerdo flotó cada vez más y más a la superficie, más y más, hasta que en los ojos de la chica fue apareciendo poco a poco una luz, una consciencia…
Stan aplastó con violencia un botón al lado de la camilla.
No quería a la chica consciente.
Todavía no.
Fersmoth sería el que la viese consciente, no él.
Stan observó impasible cómo unas enormes y delgadísimas agujas se clavaban en puntos clave del cuerpo de la chica, sedándola por 24 horas más.
Había vuelto a ser un arma, y se aseguraría de no dejar de serlo por un buen tiempo.


Oh

jueves, 13 de marzo de 2014

Caótica Sinfonía- Capítulo Uno: Histeria.


Me está sosteniendo,
Metamorfoseando
Y forzándome a luchar
A estar eternamente frío dentro
Y soñando que estoy vivo.
Porque lo quiero ahora
Lo quiero ahora
Dame tu corazón y tu alma.
Y no estoy rompiéndome
Estoy escapando
Última oportunidad para perder el control.
Y te quiero ahora
Te quiero ahora
Sentiré mi corazón implosionar
Y estoy escapando
Escapando ahora
Sintiendo mi fe erosionar.
-Hysteria, Muse.

Pasaron muchos años antes que la llave destrozara la jaula en la que vivía Zoe Brook. Años en los que aparentó ser normal, años en los que siguió su vida como si apoyase al Emperador.
Como si no estuviera conspirando en su contra.
Al principio, fue vigilada. Zoe ignoró a los Agentes que la seguían casi imperceptiblemente durante el día a día. Esperando. Esperando a que ella les diera una razón para matarla.
Zoe nunca la dio.
Nunca.
Siguió esperando, planeando, conspirando, hasta que la oportunidad llegó.
El día en que finalmente escapó inició como cualquier otro.
Zoe se levantó, se puso su máscara, su uniforme, y acudió a la Asamblea de ese día. Se reunió con los otros ciudadanos en la plaza, los observó intercambiar quedos y estrictamente formales saludos.
Nadie saludó a Zoe.
Desde el Cambio, Zoe había quedado sola. Y así había seguido, como una loba sin manada. Sola, independiente.
Se paró en el puesto asignado a las chicas huérfanas de dieciséis años y esperó. Como lo había hecho siempre, esperó, calculando. Midiendo su oportunidad.
El Supremo Emperador Mallock avanzó al podio, y la Asamblea comenzó.
-Queridos Ciudadanos, bienvenidos a un nuevo día.-saludó, con una sonrisa seca y fría y calculadora y dominante en su malvado rostro. Tras él estaban parados los Vigilantes, los ojos tras cada cámara de seguridad en las Tierras Blancas, como una deliberada muestra de poder.-Hoy, como saben, es un día muy especial. El aniversario del día en que yo me alcé con el poder y les otorgué una vida a los restos del Apocalipsis. Les otorgué un lugar en el cual vivir: Las Tierras Blancas. Un día histórico como este no debe ser desperdiciado. Como parte de las celebraciones, el trabajo resumirá una hora antes de lo normal y daremos inicio a la Conmemoración.
Zoe podría haber terminado el discurso por simple memoria: era lo mismo cada 11 de noviembre. Siempre lo mismo, siempre.
-“Para recordarles que dependen de mí para vivir en este mundo post-apocalíptico, serán encadenados. Para mostrarles que el poder es algo necesario, atestiguarán como nuestros Agentes los examinan en busca de errores. Para demostrar que la perfección es imperativa, el más mínimo error será castigado.”-arremedó Zoe sin pronunciar nada en realidad, formando las palabras con una mueca burlona.
La mirada de un Agente recayó sobre su amarga sonrisa mientras las palabras de Mallock hacían eco por las calles vacías y pedregosas, entrando y saliendo por los oídos de los ciudadanos. Zoe estaba en medio de la multitud, por tanto, su castigo no llegó en ese momento. Ni después.
En realidad, el castigo fue para Mallock.
Un terrible y brutal golpe a su orgullo en lo que debería haber sido una exhibición deliberada de poder.
En el cuidadamente perfecto reino de Mallock, Zoe Brook era una bomba radiactiva. Radiaba rebeldía, respiraba imperfección. Su espalda lucía incontables marcas de látigo, producidas unas porque su cabello era demasiado largo y otras porque su blanco uniforme ya no era tan blanco.
Ese Día de la Conmemoración, su imperfección fue aterradora. Como siempre, los ciudadanos fueron encadenados a la Plaza mientras grabaciones “reales” sacadas de las partes del mundo que ya no eran civilizadas rugían en sus oídos. Sus ojos estaban vendados, las cadenas los volvían impotentes, y el terror del mundo exterior los dominaba. Si gritaban, eran castigados. Si lloraban, también.
Ese año, Zoe se sentía poderosa y fuerte y finalmente libre. Le daba igual que todavía no hubiese escapado. Se sentía feliz de una manera oscura y casi histérica, y la risa escapó de su boca con un sonido burbujeante que resaltó contra los rugidos de las criaturas en la grabación.
¿Qué sucedía si reías en el Día de la Conmemoración? También eras castigada. El dolor en la espalda de Zoe se sintió morbosamente reconfortante, y cuando la venda de sus ojos fue removida, su mirada brillaba con la histeria de la esperanza, de la loca esperanza que la impulsaba.
No se presentó a la Hoguera, oh no. Ese año no vió cómo los libros encontrados eran quemados, cada diario, cada fotografía, cada muestra de inútil creatividad que los ciudadanos intentaban esconder sin llegar a lograrlo.
Zoe Brook se deslizó entre las masas de gente vestida de blanco y desapareció como un fantasma.

La Muralla era una enorme barrera asquerosamente blanca que encerraba las Tierras Blancas como una cúpula. Era imposible de escalar, imposible de romper, imposible de destruir.
A menos, claro, que tuvieses una llave.
Y Zoe la tenía.
Se sintió tentada a reírse mientras se deslizaba entre las Puertas. La estructura de la Muralla era sencilla: una Puerta que daba a un espacio repleto de trampas, sin cielo abierto, sin gente a la vista, que le daba a quien sea que intentase escapar una esperanza que sería de inmediato aplastada. La Segunda Puerta, si lograbas llegar, era la libertad, y era la Puerta a la que la llave estaba destinada.
La Primera Puerta estaba abierta al público, como una más de las deliberadas demostraciones de poder de Mallock. Zoe la abrió sin necesidad de usar la llave y colocó un escudo de energía a su alrededor. Había robado un arma especialmente para la ocasión, una brillante pistola plateada que estaba ansiosa por utilizar, y que acarició sonriente antes de salir disparada por el Espacio Aparentemente Vacío.
Una ventaja del escudo de energía era que, si eras lo suficientemente rápida, te permitía pasar a través de las trampas antes de siquiera activarlas. Una desventaja, era que cada bala que chocaba contra él le restaba energía al portador, en este caso, Zoe.
Los Agentes apostados en las torres de Vigilancia comenzaron a disparar de inmediato, y Zoe se dio el gusto de responder. Era rápida, muy rápida, y había llegado a la Segunda Puerta con el escudo prácticamente intacto y la llave en mano. Abrió la Puerta, lo que accionó una serie de seguros que fueron rápidamente desbloqueados. Una alarma comenzó a sonar, y gas fue liberado. Zoe se cubrió la nariz y boca con un pedazo de tela, y salió.
No podría recordar todos los detalles de su Gran Escape ni aunque quisiera, pero, antes de siquiera pudiese percatarse, estaba en el medio del gran y desconocido bosque.
Libre.
Era libre.
El bosque era frío y oscuro a su alrededor, y la palabra pasó por la mente de Zoe sin que esta pudiera procesarla. Seguía sola, pero libre.
¿Libre? ¿Libre, en realidad?
El rápido ritmo de su correr fue disminuyendo con el shock de la inesperada libertad a su alcance. Libre, libre, libre. Repitió la palabra en su mente, quiso probar su sabor en la lengua.
-Libre.-respiró, y al sonido jadeante de su voz le siguió una delirante carcajada.-Libre. ¡Libre!
Pronto, esa carcajada se convirtió en un histérico estallido de hilaridad y contento y alivio, y Zoe comenzó a girar y bailar en el bosque.
Había imaginado el gran momento varias veces, pero a la hora de las horas, no fue como lo había esperado.
Fue mejor.
Fue peor.
No tenía nadie con quien compartir su alegría, pero en ese momento no le importó. Los fantasmas de sus seres queridos nunca la dejarían. Rió y rió y rió, escribió la palabra “Mallock” en el suelo con una ramita y escupió en ella, riendo y haciéndole gestos obscenos e insultándole mientras aplastaba el brazalete que la proclamaba como “Ciudadana Número Z01246 de las Tierras Blancas" con la culata de su pistola.
No debería haberse relajado tan pronto.
Debería haber permanecido vigilante.
Pero no lo hizo. Estaba demasiado abrumada por la enormidad de la libertad conseguida.
En medio del campaneante sonido de su propia risa, otra risa destacó. Grave. Ronca. Masculina. Extraña.
La alegría de Zoe se transformó de inmediato en pasado, absorbida por el terror que llegó con la aparición de un hombre con un uniforme negro y una gran pistola colgando de su cadera.
El escudo en su pecho no era el de Mallock, pero eso no supuso ningún alivio.
En el mundo post-apocalíptico que era ahora la Tierra, existían dos Gobernantes. Uno: Mallock. Otro: Fersmoth.
Uno era peor que el otro, lo cual era decir mucho.
Una tonadilla fue lo único que pasó por la mente de Zoe en el medio de su terror helado.
Fersmoth, Fersmoth, vete lejos,
Fersmoth, Fersmoth, de este lugar,
Come niños, come viejos,
Fersmoth, Fersmoth, fuera de acá
De los dos Emperadores, Fersmoth era el sanguinario líder de las Tierras Negras cuya estela de terror llegaba incluso al territorio de su hermano.
El hombre con su escudo en el pecho avanzó, y Zoe fue golpeada con una terrible certeza.
Su libertad había sido un simple préstamo.
Iba a morir.
Pero no iba a morir sola.



Caótica Sinfonía, Parte Uno, Deja que las Llamas Comiencen.- Prólogo: Sólo Una Chispa.


Parte Uno: Deja que las llamas comiencen.
“Qué pena, todos nosotros
Nos hemos vuelto
Semejantes frágiles y rotas cosas
Un recuerdo permanece
Sólo una pequeña chispa.
Daría todo mi oxígeno
Para permitir que las llamas comiencen
Así que deja que las llamas comiencen.
Oh gloria, uhh, Oh gloria.
Así es como nosotros bailaremos
Cuando ellos traten de vencernos
Esto es lo que será, Oh Gloria.”
-Let The Flames Begin, Paramore.

Prólogo: Sólo una Chispa.

Libertad. Sólo era una palabra. Libertad: Estado o condición en el que no se está sujeto a un poder extraño o autoridad. Era sencillamente una palabra, una que hace cientos de años todo ser humano en la Tierra había dado por sentada.
Libertad.
Sentada en el medio de una sala de hospital y aplastada por el peso de una terrible pérdida-una vez más, una vez más-, Zoe Brook se preguntó si alguna vez podría llegar a probarla.
Había creído que sí, que lo haría, que rompería sus cadenas y escaparía junto a su hermano y cuñada, y que juntos se reirían de las desgracias pasadas y harían lo que quisieran y gritarían y bailarían y serían libres.
Pero eso era pasado. Punto. Otro capítulo. Otra vida. Otro futuro.
Otra esperanza.
Un ridículo sueño, eso era todo lo que había sido. Como el sueño de una mariposa atrapada en un frasco, de lograr quebrar a golpes el cristal y volar libre. Zoe había pasado toda su vida encerrada en un frasco, golpeando y golpeando y golpeando, teniendo la ridícula esperanza de que algún día quebraría el cristal y escaparía.
Una amarga risa escapó de su boca. Había creído que lo lograría, había estado segura de ello. Pero nadie podía engañar al Emperador, y ahora su única familia estaba muerta y Zoe estaba sola.
Completamente, terriblemente, sola.
Su corazón se hinchó de odio una vez más, un odio que había empezado como un odio infantil semejante al que le tenías al monstruo debajo de tu cama y había evolucionado hasta convertirse en algo completamente cierto, terrible y profundo y verdadero, como un fuego rugiendo desde su corazón y quemándola entera.
Como un incendio, inició como una chispa y luego arrasó todo a su paso hasta que todo lo que quedó fueron cenizas.
Zoe era ceniza. Una chica de ceniza con sólo una pequeña chispa agonizante como corazón.
Sus ojos siguieron mirando al blanco vacío que la había rodeado desde la captura de Bram, su hermano. Todo lo que tenía. Todo lo que le quedaba.
Y, hace apenas unas horas, todo lo que ya no tenía.
La terrible imagen imaginaria de su hermano colgando de una horca la asaltó de nuevo, y Zoe la expulsó de su mente con una violenta patada.
No podía llorar.
No mientras él la estaba viendo.
El tiempo pasó como arena deslizándose por sus dedos. Lento, rápido, imperceptible. Zoe no sabía cuánto tiempo llevaba sedada, cuánto tiempo hacía desde la muerte de su hermano, cuánto tiempo desde que lo poco que tenía le fue arrebatado. No sabía nada.
Para ella era una era distinta cuando una señora desconocida llegó y la sacudió fuera de su letargo. Zoe no respondió. Siguió mirando al vacío.
-¡Ven!-exclamó la señora, exasperándose rápidamente.-¡Chica, despierta! ¡Eh!-frustrada, lanzó su mano contra la mejilla de Zoe.
El golpe resonó por la habitación blanca y el dolor explotó como esquirlas quebrándose en el rostro de Zoe. La chica parpadeó, saliendo de su ensimismamiento.
En otra era, la cachetada la hubiese enfurecido. Quizá incluso hubiese respondido al golpe.
Pero no en esta era.
Zoe sólo miró a la mujer, su rostro carente de expresión. Como un papel en blanco, esperando ser devuelto a la vida con el toque de una pluma.
-¿Qué?-preguntó, su voz destrozada y ronca como el sonido de un violín con las cuerdas rotas.
-Vamos. Al orfanato.
Ah. El orfanato. Así que ese era el siguiente paso en la ahora vacía vida de Zoe Brook.
Dejó que la mujer la guiara fuera del hospital, mientras se permitía perderse en el fondo de su muerte. Todo lo que veía eran sombras, todo lo que oía eran gritos, y blanco, mucho blanco, demasiado blanco. En las Tierras Blancas, resultaba imposible escapar al blanco.
Ni siquiera prestó atención a su habitación comunitaria cuando la mujer la dejó en ella. Se sentó en ella. Se hizo un ovillo. Intentó olvidar. No pudo.
Los días siguieron pasando sin ningún incentivo para que Zoe saliese de su mente. Vivía como un títere, movida por las cuerdas del Supremo Emperador, despertándose, comiendo, yendo a clase, trabajando, comiendo una vez más y luego durmiendo.
Hasta esa noche.
La noche que marcaría el fin de Zoe la Títere.
El rostro que la despertó estaba lleno de dolor. Agonía. Como la que Zoe sentía en el corazón cada día que se levantaba. El rostro no era un rostro común. Poseía unos bellos y enormes e inocentes ojos azules, piel blanca y estructura delicada, enmarcada por largos mechones dorados.
Zoe salió de su ensimismamiento casi de inmediato, avivada por el reconocimiento.
El rostro pertenecía a Mailanee. Su cuñada. El gran amor de su hermano. Su cómplice en el crimen de intentar escapar.
Alrededor de ellas, todas las huérfanas de la habitación comunitaria estaban profundamente dormidas. Mailanee estaba vestida con el uniforme reglamentario de las Tierras Blancas-un horrendo traje blanco. La miró con vehemencia, sus ojos nadando en agonía y las vetas plateadas en ellos resaltando como para marcar la ausencia de su alma gemela.
-Zoe.-susurró.-Sígueme.
Ella se levantó sin decir palabra. Mailanee la llevó al baño, que cerró con llave tras cerciorarse de que nadie las veía. Metió la mano al escote de su blusa, de donde sacó una larga tira de cuero de la que colgaba un pendiente.
No cualquier pendiente. Una llave, pequeña y delgada y cristalina y marcada con el escudo de Mallock el Supremo Emperador de las Tierras Blancas.
-Ten.-dijo Mailanee, entregándosela.-Escapa. Cumple el sueño.
Esa noche, Zoe dejó de ser cenizas. La chispa de su corazón creció como un incendio, ardiendo con el clamor del odio y el dolor y la venganza.
Gritando libertad.
Como un caos, un caos que se convertía en una sinfonía de determinación y rebeldía.
Escaparía.
Lo haría.
Y no habría cómo evitarlo.


 Key

AVISO DE REESCRITURA

¡Oh hey, queridos lectores!

Sólo quiero dar un aviso.

Debido a las enormes complicaciones que esta historia me trae, voy a reescribirla. Siento que podría haberle sacado mucho más jugo a la idea del que le saqué, así que la voy a reescribir casi por completo. O sea, capítulos editados, trama quizá un poquitín cambiada, un prólogo y cambio de nombre.

El nuevo nombre será "Caótica Sinfonía"; y lo cambié porque Deja Que Las Llamas Comiencen es muy largo y no le queda tanto. Por el momento, admirad la portada, luego subiré el prólogo y el capítulo uno.

Este blog no será borrado, y tampoco las entradas. A partir de hoy cada capítulo relativamente nuevo será etiquetado con la etiqueta "Caótica Sinfonía", que indicará que es la nueva y mejorada versión. Espero les guste, y no olviden comentar ;)


-Pao