“Despiértate para mirar, tu verdadera emancipación
Es una fantasía
Pólizas, se han alzado y superado a los valientes.
La grandeza muere, sin cantarse y perdida invisible a la historia
Espías incorporados, lavándoles el cerebro a nuestros
niños para que sean malos
No tienes mucho tiempo
Estoy tras de ti
El tiempo ha llegado
Para destruir
Tu supremacía.”
-Supremacy, Muse.
Salir parecía un error de primera en las
Tierras Negras, en especial si tu destino era el Castillo.
El Castillo de Fersmoth.
Uf.
Cydak Hill, autoproclamado valiente,
independiente y varios adjetivos terminados en ente; salió de su casa y sintió
la imperiosa necesidad de regresar y ocultarse bajo la cama. Metió una mano a
su camiseta y apretó con fuerza la piedra verde que llevaba colgando de una
tira de cuero, inspirando su olor a bosque y libertad.
Es sólo una reunión, Hill, cálmate.
¿Pero cómo podía calmarse si esa reunión
era en el Castillo de Fersmoth, Emperador de las Tierras Negras, Profesional
Rompe Familias? Y vidas. Y países. Y culturas. Y mundos-
Cydak sacudió la cabeza, obligándose a
avanzar hacia la avenida que lo llevaría al Castillo. No encontró a nadie más
que los Verdugos-nadie les daba ese
nombre, sólo Cydak-ocasionales, e incluso a ellos le costó ver. Se fundían en
las sombras como uno solo.
Por lo demás, las Tierras Negras estaban
desiertas.
Nadie se movía, nadie salía, nadie
hablaba; incluso en las más lejanas provincias. Era como si el mundo esperara
con aliento sostenido que Fersmoth hiciera algo, algo además de lo que ya había
hecho.
Cortinas cerradas, uniformes negros.
Pobres almas atascadas en sus trabajos. Cydak se sentía aún más miserable que
ellos, caminando y caminando, sintiendo la mochila repleta de armas y trampas
golpear su espalda. Sabía que por más provecho que Fersmoth le sacara a su
cacería, algún día su paciencia acabaría.
Y ese día era hoy.
Los cadáveres le dieron la bienvenida,
bailando una danza con el viento. El olor era espantoso, la visión grotesca,
muecas y sonrisas en las caras de los muertos que colgaban de las Hermanas, el
par preferido de horcas del Emperador.
Se estremeció.
-¿Nombre?
-Cydak Hill.
-¿Provincia?
-Ónix.-Australia, pensó, y pateó el nombre fuera de su cabeza.
Los guardias intercambiaron una rápida
mirada sorprendida, probablemente pensando en lo lejos que Cydak había llegado
a parar.
Bueno, eso es lo que hace el Emperador, ¿no? Enviar a pobres e
inocentes niños lo más lejos posible de sus familias, a quienes no volverán a
ver jamás.
-¿Intenciones al venir aquí?
-Me ha llamado.-y les mostró la carta.
Tierras Negras, Post Tierra, Siglo III
Post-Apocalipsis
Su Supremacía el Emperador Fersmoth requiere al
ciudadano de código C5589-ONIX, de nombre Cydak Hill, en el Castillo al
momento.
-Pase.
Y pasó.
Las paredes del Castillo eran más negras
que otra cosa que el cazador hubiera visto alguna vez, y se vio reflejado en la
mayoría de ellas.
Un chico alto, no escuálido, no fuerte.
Cabello castaño claro amarrado con una liga y colgando sobre su nuca. Ojos
verdes, preocupados, y su mejor traje puesto sólo para ver el Emperador.
No supo decir si se veía decente.
Tras una eternidad de mareantes giros,
llegaron a un par de pesadas puertas enmarcadas por rubíes que resaltaban sobre
el negro.
Se abrieron.
Cydak entró.
La sala estaba a oscuras.
Había esqueletos como decoración.
Y sobre el trono estaba Fersmoth.
Cayó al suelo tanto en terror como en
falso respeto, sintiendo alivio al no tener que ver su horroroso rostro.
¿Desde cuándo era tan horrible?
-Cydak Hill.
-Supremacía.
El Emperador se levantó, manos cruzadas a
la espalda, y Cydak sintió el repentino deseo de picarlo con una de sus dagas
para ver si explotaba. Parecía que podía hacerlo en cualquier momento.
-Verás, me han llegado rumores de que
eres el mejor cazador de todas las Tierras. Sea cierto o no, he sacado provecho
de tus habilidades, y ahora requiero de tu asistencia. Hace menos de una semana
Stan Brook explotó una bomba y escapó, llevándose a mi hijo Zhack y a Zoe Brook
con él.
Cydak se atrevió a alzar la mirada, sólo
para encontrarse al horroroso Emperador parado justo enfrente, mirada negra y
perturbadora.
-Los quiero de vuelta. Tú irás por ellos.
No tengo que darte explicaciones de porqué no envío a uno de mis soldados para
ello. Necesito a alguien que sepa manejarse en lo salvaje, y tú eres el indicado
para ello. Los quiero aquí antes de la próxima semana.
Cydak me agrada no sé poprque, a pesar de que tenga que casarlos:O
ResponderEliminarBesos