“No puedo
despegar,
La lluvia y las
nubes me quieren ahogar,
Yo quise agarrar
El Sol con la manos
desnudas y tirarlo al mar.
Y decían que tan
vino yo iba a liarla,
Y decían que la
locura me iba a llevar,
Y decían que esta
canción no podría cantarla,
Sonriendo mientras
veía llover en el mar.
Yo me quiero
acostar,
La Luna es una
cuna y dejarme llevar,
Ya no puedo
contar,
Las penas son
granos de arena y se van
con el mar.”
-Llueve En El
Mar, Jenny And The Mexicats.
Las estrellas estaban por todas partes, tan cerca que Zoe creía poder
estirar su mano y tomarlas. Se preguntó cómo se sentiría, si ardería, si sería
helado, si simplemente sería como beber luz por la mañana. El cielo había
cambiado radicalmente rápido como en un tiempo acelerado, lo que había sido
mañana se había convertido en noche cuando el cuerpo de Zoe aseguraba que aún
era de día.
Las charlas de sus compañeros se habían calmado, lo mismo que su
esperanza. ¿O sería más apropiado llamarla un mar de emociones? No se atrevía a
dedicarle un pensamiento.
-Señoras y señores.-anunció Silah, hablando en español para estar más
cómoda.-Les presento las Tierras de las Sombras.-adoptó un tono excesivamente
cantarín y controlado-. Hace muchísimo tiempo llamada Tenochtitlán, hace mucho
tiempo llamada México, hace poco tiempo aparentemente llamada Tierras de las
Sombras pero aún México.
Zoe dejó de observar el cielo y concentró su mirada en la tierra, que
se acercaba a una velocidad cómoda pero acelerada. Veía montañas y veía,
¿volcanes?, nunca había visto volcanes, nunca había visto tanto verde junto y
de la nada líneas de azul se volvieron cada vez más anchas cuando traspasaron
otra capa de aire; y pudo ver canales y casas ordenadas de una manera
cuadriculada.
-Bajo ustedes, la Ciudad de México o Distrito Federal, sobreviviente
del Apocalipsis, hogar de miles y miles de personas entre las cuales ahora se
encuentran. Espero hayan disfrutado su vuelo.
En el Distrito Federal ya era de noche. Brillaba increíblemente, una
gema amurallada por agua de intenso azul cuyos delgados brazos penetraban en la
ciudad como calles, de las cuales sólo las más grandes escapaban.
-Eso… ¿está construida sobre el océano?-preguntó Chainne, anonadada.
Silah se tomó su tiempo, dándoles una vista impresionante de los
edificios, colores, decoraciones y canales. Zoe creyó ver la estatua de un
ángel dorado.
-Sobre un lago, en realidad. Nadie sabe cómo es que no se hundió, pero
la mayoría se lo atribuyen a la Guadalupana, y al Ángel.
-¿La Guadalupana? ¿Ángel?
-La Virgen de Guadalupe, la patrona de México desde literalmente
siempre. Y sobre el Ángel, se dice que el Ángel de la Muerte le tomó cariño a
México e intercedió ante Alá-ejem, el Señor, por su salvación.
-¿El Ángel de la Muerte?-cuestionó Zhack.
-Una heroína sorprendente, ¿no?
-¿Heroína?-Stan sonaba sorprendido.-¿Quieres decir que era mujer?
-Sí, Stanley.-Silah sonaba molesta, comenzando el descenso.-Era mujer.
Y siempre ha sido un ícono de México.
El cuasi helicóptero se posó con suavidad en el centro de un círculo color borgoña.
-Bienvenidos.-sonrió Silah. Entonces abrió la fuerta y salió de un
salto-. ¡Afuera, todos!
Se bajaron uno por uno, todos mirando alrededor como si fuera un mundo
nuevo-que lo era. Sonidos llenaban el lugar, risas, voces, agua corriendo;
música… ¿música, verdad? Sonaba tan distintiva, con fuertes voces, ¿trompetas?,
y a lo lejos un sonido melancólico como de lágrimas…
-Vamos, rápido, tengo que llevarlos al Palacio Nacional. Hay más que
admirar abajo.
Zoe sintió frío.
-¿Palacio Nacional? ¿Tienen un Emperador?
La sola palabra aterró a cada uno de los fugitivos.
-Oh, ¡no! No se preocupen, no tenemos Emperador, ni Rey, ni nada por
el estilo. Tenemos una Asamblea elegida por el pueblo, que cambia cada seis
meses.
-Menos mal.-Stan dijo lo que todos estaban pensando.-Hemos tenido más
que suficiente de Emperadores.
Silah tenía razón: Había mucho más que admirar abajo. Afuera del “helipuerto”
donde aterrizaron había una breve extensión de asfalto que desembocaba en un
canal, sobre el que danzaban luces y extraños medios de transporte, como barcos
abiertos, coloridos y decorados con flores y más de esa extraña música melancólica.
Zoe descubrió su origen en una caja grande con montones de botones y teclas,
que un hombre viejo hacía sonar girando una palanca.
Silah caminó casualmente a la orilla, hasta que sus pies casi tocaban
el canal-hecho que hizo que Stan se adelantara hacia ella como si quisiera
agarrarla-y alzó la mano derecha.
-Esas cosas que ven ahí son trajineras, sirven para movernos por los
canales.-dijo.-Stanley, no me voy a caer, no hace falta.
La mano de Stan se cayó desilusionada, al tiempo que una trajinera se
acercaba a ellos. Era conducida por un hombre descalzo, con un tono de piel
que-otra vez-Zoe jamás había visto. No lograba captar muy bien la diferencia,
pero era un café distinto a su piel morena.
-¿Para dónde?-preguntó, sosteniendo la trajinera a la acera mediante
un palo.
-El Zócalo, por favor.-Silah ya estaba adentro, y fue seguida por los
demás.
Se acomodó en el asiento del fondo, mientras que Stan se sentó cerca
de Silah y Chainne en un el espacio vacío delante de la zona techada,
jugueteando con el agua.
Sintió a Zhack sentarse a su lado.
-Todo es tan libre aquí…-murmuró él, asombrado.
-Lo sé.-concordó Zoe.-Jamás había visto tantos colores juntos.
Ambos observaron a la gente que caminaba en las aceras; riendo,
charlando en tonos altos con el mismo acento de Silah; escucharon el extraño
sonido del español y se maravillaron al poder entenderlo. Todos vestían
distinto. Todos actuaban distinto. Sus cabellos eran distintos, algunos de
colores inverosímiles, otros más normales; algunos tenían dibujos en la piel,
otros no, y había tanta variedad de ropa que Zoe quedó abrumada.
-Así que, ¿vienen de lejos?-preguntó el conductor de la trajinera,
cortando con su palo el agua y así avanzando-. No parecen ser de por acá.
Cydak fue el único con la confianza-o despreocupación-para contestar.
-Venimos de tan lejos que no lo creerías.
-¿Las Tierras de Allá? Mis disculpas en nombre de todo México. Sólo
hasta hace poco nos enteramos de qué tan mal están las cosas.
-¿Sabe si la Asamblea ha decidido hacer algo?-preguntó Silah.
-Hasta ahora nada.
Doblaron hacia la izquierda, hacia un canal más grande donde el flujo
de trajineras se incrementó considerablemente. Zoe observó una de ellas, donde
un extraño grupo vestido de negro, con corbatas rojas y detalles dorados en sus
trajes; tocaba y cantaba más de aquella música extraña. Llevaban enormes
sombreros de ala ancha.
-¿Qué son ellos?-preguntó.
El conductor le dirigió una mirada curiosa.
-Son mariachis. La música más mexicana que puedas encontrar.-de la
nada paró, anclando la trajinera en un pequeño puerto.-Adelante, señores. El
Paseo de la Reforma, una de las pocas calles que han sido drenadas. Sigan la
Madero y llegarán al Zócalo.
Eso no ayudó a que nadie excepto Silah se ubicara, pero de todos modos
dijeron gracias y bajaron al puerto.
-Antes esto estaba lleno de carros.-dijo Silah, caminando con rapidez
entre una marea de gente sorprendentemente grande pese a la hora.-Pero con el
aumento de la radiación, los carros sólo conseguirían más contaminación, así
que ya no se producen.
-¿No usan caminos de levitación?-preguntó Stan, caminando cada vez más
cerca de ella, como si temiera perderla (o perderse él).
Zhack le tomó la mano a Zoe, jalándola cerca de sí.
-No necesito protección.-se quejó ella.
-Por supuesto que no, pero quizá yo lo haga.-respondió él, sonriendo
burlón.
Zoe bufó.
-Ya en serio, quizá ambos la necesitemos. Los equipos son mejores,
después de todo.
Ella no pudo discutir contra eso. Intentó absorver todo lo que pudo de
sus alrededores, escuchando a medias la conversación de los demás.
-¿Levitación? Ja, no. Es más cómodo y sano ir a pie, o por Metro,
helicóptero o trajinera.
-¿Metro?
Había tiendas a su derecha, la mayoría de libros-¡libros! Zoe sólo los
veía quemándose-, y estatuas y un gran palacio-¿sería el nacional?-a su
izquierda.
-Sí, el metro subterráneo. Si quieren conocerlo puedo llevarlos…-su
voz se tensó.-Aunque está inundado, y el tren viaja bajo tierra y agua. A la
izquierda está el Palacio de Bellas Artes, por cierto.
Bellas Artes era blanco en su mayoría, con estatuas de héroes a
caballo y una gran cúpula multicolor. Avanzaron hacia la derecha, por una calle
estrecha y de piedra uniformada. El olor a comida llegó a ellos, y un coro de
estómagos hambrientos rugió con fuerza.
-¡Oh, tienen que probar los tacos de canasta! Son buenísimos, pero
tendrán que esperar hasta después del registro. No podemos entrar al Palacio
con comida y vamos con prisa.
Las personas se ponían más extrañas en esa calle, que proclamaba ser
la Avenida Madero. Zoe no tenía ni idea de quién rayos era Madero.
Había gente disfrazada de coloridos esqueletos, otros de estatuas
humanas, otros simplemente tocaban y cantaban. Incluso había artistas pintando
a la gente, y puestos de curiosos objetos.
-¿Porqué tantos esqueletos, Silah?-preguntó Chainne.
-Es una tradición.-replicó esta, guiándolos con agilidad.-Celebramos
la muerte como celebramos la vida. Son llamados calacas, y tienen su base en la
calaca Catrina, quien se dice fue el Ángel de la Muerte.
La calle desembocó en la plaza más grande que Zoe había visto en su
vida. Estaba tan llena de gente que abrumaba, y en su centro se alzaba una
enorme asta de la que ondeaba una bandera verde, blanca y roja. Zoe captó un
vistazo del escudo: un águila parada sobre una planta verde y espinoza,
comiendo una serpiente.
Feroz.
-¿Porqué celebran la muerte?-cuestionó Stan, sonando amargado.
Silah los guió hacia la izquierda, buscando el camino más rápido para
llegar al Palacio, una larga construcción rectangular repleta de ventanas, de
un cálido tono dorado.
-¿Porqué estar tristes sobre ella? Es nuestra reunión con Allah, que
es justo donde pertenecemos.
-¿Allah?
Zoe escuchó a medias la explicación que Silah les daba, observando
anonadada el imponente Palacio. El interior resultó ser tan elegante como el
exterior, con enormes lámparas de cristal que derramaban cálida luz por todas
partes.
Silah fue directa a la primera oficina que encontró, donde se paró
frente a un mostrador.
-Buenas noches.-saludó-. Traigo a dos chicas whitelander, a dos hombres y un chico blacklander.
-¡Hey!-se quejó
Cydak.-Cumpliré dieciocho el próximo mes.
-Niño.-Zhack tosió para cubrir lo que dijo.
-Necesito registrarlos como residentes, no sé si querrán la
nacionalidad.-continuó Silah.
-Quiero la nacionalidad.-dijo Zoe.
-Yo también.-dijo Zhack.
-Y yo.
-Y yo.
-Básicamente, todos queremos la nacionalidad.-generalizó Stan.
-Necesitan vivir por lo menos tres meses aquí para eso, lo siento.-se
disculpó la secretaria, ocupada armando cinco perfiles en hologramas a su
alrededor.-Ahora, tienen que decirme los siguientes datos: Nombre, edad, fecha
de nacimiento, si tienen algún tipo de enfermedad, tipo de sangre…
-Uh…
-Em…
Todos intercambiaron miradas incómodas.
-De todos esos, lo único de lo que podemos estar seguros son el nombre,
la edad y si tenemos alguna enfermedad.-dijo Zoe.
-¿Qué?
-¿No saben sus santos-quiero decir, cumpleaños?
-Yo creo que nací en el año 45 del tercer siglo Post Apocalipsis…-murmuró
Chainne.
Se oyó un sonido de pasos tras ellos, y Zoe se giró-
-Bram. Bram. Bram.
-Zoe Brook nació
el 19 de diciembre del año 46, siglo Tres.-dijo su hermano.-Lo recuerdo a la
perfección.
OH DIOS SU HERMANO ESTA AHI ESTA AHI ESTA AHIIIIIII
ResponderEliminarY ah, otra cosa, de acá a jupiter noto tu obsesion por mexicoXDXD me gustaría ir, solo he ido una vez, y antes de ti, tenía un muy mal concepto de los mejicanos, ahora he cambiado un poco.
Besos♥