martes, 13 de enero de 2015

Caótica Sinfonía, Capítulo Treinta y Uno: Ignorancia.


“No es una guerra no, no es un rapto
Soy sólo una persona pero no lo puedes soportar
Los mismos trucos que alguna vez me engañaron
No te llevarán a ninguna parte
No soy la misma niña de tu memoria
Ahora me puedo defender por mí misma.
No quiero escuchar tus canciones tristes,
No quiero sentir tu dolor,
Cuando juras que todo es mi culpa,
Porque sabes que no somos lo mismo.”
-Ignorance, Paramore.

-¿Estás seguro de que esto sea una buena idea?
-No.
-Para nada.
-Si me lo preguntas, no sé ni porqué lo consideramos.
-No te lo preguntaba.
-¡Shh!
Zhack presionó los labios, mirando a Zoe con ansiedad. La chica estaba apoyada con los codos sobre el mostrador de la “Casa de Reposo”, mirada dura y rostro inmutable. Bram, a su lado, charlaba con un secretario.
-Nunca me imaginé que Sara se fuera a volver loca.-murmuró Stan.
-No creo que se te haya pasado por la cabeza que fuera a abandonar a sus hijos.-dijo Zhack con dureza.
Seguía observando a Zoe, buscando algo, lo que fuera, una señal para entender lo que pasaba por su cabeza. Su mirada se alzó y se encontró con la suya; ella la apartó.

-¿Me vas a explicar exactamente porqué nuestros padres están en un asilo?-preguntó Zoe, controlando cuidadosamente la tonalidad de su voz.
Bram le dirigió una breve mirada.
-La última vez que los visité su apartamento era una porquería, y su estado también. Pensé que sería lo mejor.
Zoe lo miró con sequedad.
-Que no me hayas visto por casi cinco años no quiere decir que no puedas contar las cosas, sabes.
-… Bien.-dijo él, suspirando.-¿Es suficiente si te digo que están mal de la cabeza?
-Bram.
-¡Vale, vale! Él tiene Transtorno de Estrés Postraumático, ella tiene tantas cosas que ni quisiera decirte-
-Señor.-el secretario agitó la mano en dirección a su hermano.-Los hemos puesto en habitaciones separadas. Primer piso, 20ª y 30B.
Él le agradeció con un asentimiento de cabeza y Zoe se soltó del mostrador con un salto, siguiéndolo hacia un pasillo.
-Bueno, pues al menos sintieron algo de culpa.-dijo ella, sintiendo una cruel ráfaga de satisfacción.
Sus zapatos hacían un eco extraño sobre el suelo encerado, tap, tap, y con cada tap incrementaban sus nervios. Lanzó un vistazo sobre su hombro, donde el resto de su grupo se sentaba en la sala de espera, todos mirándola: Chainne nerviosa, Cydak inescrutable, Silah enviándole ánimos, Stan indeciso, y Zhack… Zhack mirándola con seguridad, como si ella pudiera derrotar al mundo entero.
Con un nuevo brote de determinación, Zoe siguió a Bram a través de lo que la gente llamaba Casa de Reposo y ella llamaba manicomio.
-Ahora, explica.-le ordenó a su hermano.
Su hermano.
Que estaba vivo.
Que no había sido ahorcado.
Zoe sonrió.
-No me puedo todos los términos médicos…-
-¡Bram!
-¡Ella tiene Transtorno Límite de la Personalidad, de acuerdo! Dependen el uno en el otro de una manera que me enferma… Parece que son niños, niños violentos. Nada de los padres que conocimos.
Eso la calló, una aguja de pesar punzando en su corazón. Su padre, que le había enseñado el svoboda a una edad tan temprana que ni siquiera lo debería recordar. Su madre, de la que sólo recordaba un flash, una risa, una mirada.
-¿A quién quieres ver primero?
-A quien esté peor.-contestó Zoe.
-Difícil decisión.-murmuró su hermano amargamente.-Papá entonces.
Sala 20ª, acolchonada hasta el punto de ser ridículo. Alfombra suave y peluda, color verde mullido. Almohadones por doquier, cosidos en la pared, de colores calmantes y alegres. Unas cuantas ventanas colocadas en el techo a manera de tragaluces, todas rodeadas por suavidad.
Suavidad por todas partes.
Y en medio, su padre.
Chas Brook era un hombre de mediana edad, de aspecto viejo pero infantil a la vez, con el tono de piel morena que pasó a caracterizar a su familia y una mata de desordenado, rizado cabello oscuro como el de sus hijos. Ni uno de ellos había logrado obtener mucho del aspecto de Sara, excepto quizá por la dureza de sus rasgos eslavos.
Estaba sentado, enrollado sobre sí mismo como un bebé, mirando al vacío.
-No hagas nada repentino.-le susurró Bram a Zoe-. Lo tienen constantemente monitoreado y no es muy violento, pero ten cuidado.
Se aproximó a Chas como quien se acerca a un animal. Lento, agachado, aparentemente submisivo, manos al aire; algo innecesario considerando que su dependecia en Sara era tal que no le interesaba observar el mundo exterior si ella no estaba.
-Papá. Traigo a Zoe.
Nada. Ni la más mínima respuesta.
-Zoe, ¿la recuerdas? Tu hija menor.
La susodicha se acercó con lentitud a su padre, buscando algún rastro de conciencia en sus ojos quebrados, de una extraña sombra de café: no cálida, sino sucia; con líneas de azul cristal igualmente destrozadas.
Un bajo murmullo retumbó en su pecho, subió como ahogo, salió como un sollozo, y todo él se balanceaba hacia adelante y atrás como un niño pequeño.
Bram se levantó.
-Vamos. No te va a reconocer por un tiempo. Ni siquiera me reconoce a mí.
Zoe se levantó, echando una apenada mirada a su padre, quien seguía gimiendo. ¿Cómo permanecer enojada con alguien si ha perdido la cordura?

-Advertencia.-dijo Bram, parando frente a la puerta de la habitación 30B.-Ella parecerá estar sana, pero no lo está. En absoluto.
-¿A qué te refieres?
-Míralo por ti misma.-y la puerta se abrió.
Sala 30B, ridículamente perfecta. Ordenada hasta el cansancio, dando cada signo de aparente normalidad; sin embargo sólo un idiota no notaría como los muebles estaban fijados al suelo, y toda la habitación carente de cosas que pudieran resultar peligrosas. La ventana estaba semi abierta, refrescando el ambiente, y, en una silla frente a ella, su madre.
Sara Brook, mujer de mediana edad con un duro rostro eslavo. Su cabello rubio caía en desorden por sus hombros, cuyos huesos se asoman enfermizamente bajo los tirantes de su vestido. Los ojos que Zoe recordaba como claros ahora parecían cristal quebrado.
-Sara.
Ella se volteó, ojos clavándose instantáneamente en Zoe.
-¡Zoe!-chilló con alegría.-¡Viniste! ¡Sabía que vendrías!
Un parpadeo y Zoe estaba siendo abrazada como si fuera una muñeca de trapo. Entrecerró los ojos, sin sentir ni la menor calidez en el abrazo de su madre.
-Oh cariño mío, te he extrañado tanto…
-No te creo.
Como una tijera cortando un hilo, Sara se separó tan de golpe como había venido.
-¿Qué?-preguntó, frunciendo los labios de manera infantil. Parecía a punto de llorar.
-No te creo.-repitió Zoe.-Si me hubieras extrañado, no me habrías abandonado.
-Pero… yo no te abandoné…
Zoe le regaló una ceja arqueada.
-¿Porqué me abandonaste?
-No… no te abandoné…
-POR. QUÉ. ¿ME ABANDONASTE?
-No… no… ¡no!-las manos de Sara se contraían, aferrando su cabello, buscando algo que golpear.-¡Me haces daño!
-¿Así como el que tú me has hecho a mí?
-¡Me haces daño me voy a hacer daño!-
-Zoe.
La mano de Bram, en su brazo, jalándola fuera de ese lugar.
-Déjala. Se pondrá violenta.
-¡Yo también me puedo poner violenta!
-¿De verdad quieres hacerle daño a tu propia mamá?
Silencio. Sólo Sara murmurando me haces daño me haces daño una y otra vez.
-No.

Y se fueron.

2 comentarios:

  1. Dioooos, y solo por si acaso, jajajajajaj Transtorno limite de la personalidad no es tan malo, es algo como lo que yo tengo, o lo que el psicologo dijo, se le llaman personas border creo y ep, eso. Dios, que terrible tener esos padres, besos♥

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Uf! ¡Lo siento! Pero era lo que queda más cerca de cómo actúa Sara, quien no tiene ningún tipo de control sobre ello, y no es lo único que tiene...
      -Pao

      Eliminar