miércoles, 4 de febrero de 2015

Caótica Sinfonía, Capítulo Treinta y Tres: Conozco Lugares.


“Algo pasa cuando todos se enteran
Veo las aves de rapiña rodeándonos en nube oscura
El amor es como una pequeña y frágil llama, podría apagarse
Podría acabarse porque ellos tienen sus jaulas,
Ellos tienen sus cajas, y armas, ellos son
Los cazadores, nosotros somos los zorros y corremos
Bebé conozco lugares donde no nos encontrarán y
Ellos estarán persiguiendo sus colas intentando rastrearnos
Porque yo, yo conozco lugares donde escondernos, conozco lugares.”
-I Know Places, Taylor Swift.

Silencio. Silencio en todas partes menos en la cabeza de Stan. Silencio en las habitaciones de Chainne y de Cydak, silencio en las paredes, silencio en el cielo.
Y en su mente, ruido.
Sara está viva. Chas está vivo.
No sabía qué sentir, si alivio o terror. No quería tener que enfrentarse a verlos juntos. Chas, el hermano perfecto; Sara, la mujer perfecta; Stan: la tercera rueda, el joven hermano al que hay que cuidar, el pequeño y caótico idiota.
No.
Se levantó de un salto, tomando su chaqueta de su puesto colgando de una silla.  No aguantaría más sus pensamientos.
Las armas no piensan.
Yo no soy un arma.
Ya no.
¿Entonces qué?
Soltó una maldición. Estaba demasiado viejo para conflictos de identidad.
¿Yo, viejo? Psh.
Y encima, demasiado joven para la crisis de los cuarenta.
La puerta se cerró con un fuerte portazo, y Stan se encogió. ¿Es que acaso también había dejado de ser silencioso?
Se dirigió a trompicones a la sala a oscuras, chocando de plano contra cada mueble en su camino. La oscuridad parecía distinta, más densa; más como tinta que como sombra. Encontró la barra de la cocina, buscando a tientas las llaves de la casa. No pensaba quedarse afuera si alguno de esos dos decidía ponerle llave a la puerta.
El pasillo estaba una sombra más claro que el interior de su nuevo apartamento, y Stan se recostó contra la puerta cerrada. De la nada había olvidado la razón de su salida.
Sara está viva. Chas está vivo.
Ah, sí, eso.
Un escape.

Ojos hielo y bosques volando, agua, mucha agua congelada-
Dos golpes rápidos a la puerta.
Silah enterró la cara en la suavidad de su almohada, cerrando los ojos con fuerza. ¿En dónde estaba? Ah, sí.
-mucha agua congelada-
Otro golpe.
-Nnooo tengo hielooo-murmuró en un desorden incoherente.
Una grave risa atravesó la puerta, despertándola como un balde de agua fría. Ah la ironía.
-¿Stan?-llamó, todavía algo adormilada.
Se arrastró hacia su clóset, teniendo el suficiente sentido para no destrozar su perfecto orden por colores y sacar una bufanda. Profirió un rápido “¡Espera!” y la enrolló en su cabeza con agilidad, pasando después a echarse un poco de agua en la cara para terminar de espabilarse.
Para cuando abrió la puerta, Stan estaba silbando suavemente, apoyado contra la pared con las manos enterrradas en los bolsillos de su chaqueta.
-¿Quieres salir a alguna parte?
-¡Stanley!-Silah se frotó los ojos, ahora casi completamente despierta.-¡¿Quieres que salga contigo a estas horas de la noche?!
-Ni siquiera son las doce.
Ella le miró con sequedad.
-Es demasiado tarde para que yo salga con un hombre completamente sola-
Stan se enderezó, una sonrisa pícara jugueteándole en las comisuras de los labios.
-Oh, así que ese es el problema. Que soy un hombre fuerte, guapo y terriblemente atractivo; y tú eres una adorable e inocente pequeña flor-
-No, el problema es que eres simplemente un hombre.
La expresión de Stan cayó en derrota. Silah sonrió, victoriosa.
-¿Me acompañarás o no?-gruñó él.
-No.
-Me puedo perder.
Un encogimiento de hombros.
-Qué pena.
-Puedo acabar matando a alguien.
Los ojos desorbitados de Silah le sacaron una risotada a Stan.
-Vamos, Fruity Cake-
Ella lo fulminó con la mirada, haciendo amago de cerrar la puerta.
-No empieces-
-Si tú me llamas Stanley, es justo que yo te llame Pastel Afrutado.-dijo él, el recuerdo brillándole en la mirada.
La repulsión de Silah al ver que sólo había pastel con frutas en la tienda a la que fueron podría ser vista por cualquiera.
Stan coló su mano por la puerta, apresando la muñeca de Silah y jalándola afuera.
-¿Me enseñarás el Metro, verdad?-ella soltó su mano de un jalón, completamente colorada.
-Ya te dije que no-
-¿Porque eres una inocente pequeña flor?
-¡Porque es haram!
Eso lo calló.
-Hu… hu… ¿hurra?
-Haram, ¡prohibido! Repite después de mí, Stanley: Ha.
-Ha.
-Ram.
-Ruuum.
-Casi le atinas.
-Bueno, sea hurraaam o no, cae en tu responsabilidad si me pierdo o mato a alguien-
Silah le dirigió una seca mirada.
-¿Me estás sobornando? Además, te expulsarían si matases a alguien. No creo que quieras eso, ¿o sí, Stanley?
-… así que si fuera tú, me acompañaría.
Y, por una vez en su vida, Stan obtuvo lo que quería.

Las entradas al metro subterráneo habían estado inundadas por años tras el Apocalipsis, dispersas a lo largo de la ciudad y fundidas con los canales. Ahora, sin embargo, las calles con entradas habían sido drenadas y gozaban de escaleras de oscura piedra completamente secas, que los guiaban al interior mismo de la ciudad flotante.
Silah iba unos pasos delante de Stan, todavía un poco irritada y sin dedicar una mirada a si él la seguía o no.
-¡Me voy a perder, Fruity Cake!-se burló él.
Ella paró en el último escalón para esperarlo, justo debajo de un enorme cartel con un símbolo naranja y el nombre de la estación. Stan bajó alegremente, deseando molestarla un poco más-cuando perdió el habla.
Frente a ellos, estaba el interior de un lago. Fluyendo detrás de un grueso cristal transparente, arrojaba reflejos de colores al suelo y al techo y a Stan mismo, quien observó con la boca entreabierta a pequeños puntos de colores que nadaban tras el cristal.
-¿Estás seguro de que quieres entrar?-preguntó Silah, su voz tensa como si estuviera a punto de quebrarse.
Él sólo logró darle un seco asentimiento, repentinamente fijándose en cómo la suave luz resaltaba cada punto multicolor en sus ojos. Ella sacó una tarjeta decorada con la estatua de un ángel dorado, inexpresiva, y la pasó frente a una pantalla al lado de unas enormes puertas de hierro. La pantalla se iluminó y las puertas se abrieron, revelando un túnel en medio del agua.
Stan soltó un silbido apreciativo, y Silah se obligó a sí misma a seguirlo. Clavó la mirada en el suelo mientras él admiraba sus alrededores, rogando porque el tren llegara y el recorrido acabase pronto. El corazón le creaba un rugido en los oídos que pronto se convirtió en el estruendoso chirrido de un brillante tren naranja llegando a la estación, sus puertas conectando con las del túnel y abriéndose con suavidad.
Los lados del tren-completamente vacío-estaban delineados por blancos asientos rodeados por tubos de hierro frío. Silah se sentó, tensa, mientras Stan pegaba el rostro a la ventana y el tren arrancaba con una fuerza que le arrancó el corazón a Silah. El agua armaba un barullo que perforaba su cabeza, y ella intentó concentrarse en otra cosa, cualquier cosa menos el agua.
De repente notó a Stan observándola.
-¿Qué?-preguntó, curiosa-
-Nada.-dijo él con rapidez, apartando la vista.
La mirada de Silah se fijó accidentalmente el el agua rodeando las ventanas del tren, y sintió la ansiedad inflándose como un globo en su pecho.
-¿Estás bien?-preguntó Stan cuidadosamente.
-Perfectamente.-su voz estaba tan tensa que sonó como un gruñido.
-Silah… ¿qué sucede?
Esto la sobresaltó, distrayéndola del hecho de que estaban en un tren subterráneo bajo miles de litros de agua. Stan había dicho su nombre, no Fruity Cake o alguna otra estupidez, y a ella le gustaba.
Mucho.
-Odio el metro.-soltó inesperadamente.
-¿Porqué?
Silah suspiró.
-… No es en realidad el metro. El agua me pone incómoda.
-¿El agua?-Stan sonaba sorprendido.
-Sí, es nuestro mayor enemigo.-dijo ella tristemente.
-¿Cómo?-Stan no podía verle lo peligroso al agua, excepto quizás por el riesgo de ahogarse.
-Porque el agua es paciente. Antes de las Tierras de las Sombras, las Tierras Blancas o incluso las Negras, el mundo estaba cubierto por tierra, aunque incluso en ese entonces era poca-comenzó ella, temiendo un poco que él se riera.
No lo hizo.
-¿Así que eso es verdad? Escuché rumores, pero nunca estuve seguro o listo para creerlos.
La ignorancia de Stan la golpeó con fuerza, y Silah agradeció a Allah por haber nacido y crecido en las seguras Tierras de las Sombras.
-Como estaba diciendo, la Tierra antes era un lugar increíble y ahora puedes ver en lo que se ha convertido. Las montañas y acantilados fueron erosionados por el agua, algunos desaparecieron por completo, y la ciudad tiene calles completamente inundadas todavía. El agua es paciente, Stanley, es paciente y mortal, y siempre gana. Los trenes del Metro me asustan.-admitió en voz baja.
Y Stan la estaba abrazando.
La sorpresa los sacudió a ambos por un segundo, ninguno habiendo esperado el cambio de eventos o lo cómodo que el abrazo se sintió. Stan ignoró por completo la extrañeza-¿porqué había decidido abrazarla? O mejor, ¿porqué simplemente lo había hecho?-y apretó los brazos en torno a Silah, sorprendiéndose aún más cuando ella se relajó y le devolvió el abrazo.

Y el agua dejó de importar.

1 comentario:

  1. PAOLA AMOR BELLO♥♥♥
    Has puesto una canción de 1989 y es de mis favoritas♥♥♥ Debo decir que no he leido el cap porque necesito tiempo para leer desde donde me quede y fangirlinear mucho con tu novela, pero igual quería coemtarte para agradecerte el que sigas conmigo en la nueva inicitiva♥
    Besotottotootes y suerte en lo que resta de tu semana♥

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