"Dios y sus sacerdotes y sus reyes
Todos esperaban, todos esperaban mientras ellos se acercan
Sostenida entre el cielo y el infierno
Mientras ellos están bailando, mientras ellos bailan una y otra vez...
Dios y sus sacerdotes y sus reyes
A su vez en sus caras, incluso se siente el frío, oh… oh
Lo que se da no puede ser olvidado y nunca abandonado
Lo que se da no puede ser olvidado y nunca abandonado”
-Aqualung & Lucy Schwartz, Cold.
Había algo extrañamente fascinante en los
ojos. Expresaban todo sin necesidad alguna de palabras, expresaban todo lo que
su dueño sentía sin que este quisiese que lo supieras. Hacía muchos siglos,
antes del Apocalipsis, que el color de los ojos era algo hereditario. El más
común había sido el café.
Ahora, tus ojos reflejaban tu
personalidad, y personalidades café habían muy pocas.
Los ojos de la chica inconsciente que
Stan había noqueado eran grises. Grises con tono aguamarina y una extraña capa
de luz que sólo podía ser llamada luz de sol sobre ellos. En ese momento, no
expresaban nada más que el vacío de la inconsciencia.
Y era culpa de Stan.
Stan hizo una mueca al sentir una punzada
de ridícula culpabilidad. Era ridículo, verdaderamente ridículo: sólo había
estado siguiendo órdenes. No había razón para arrepentirse. Era su trabajo.
Stan había sido educado para convertirse en un arma: mortal y certero,
esperando sólo a que un dedo presionase el gatillo para disparar la bala. El dedo
pertenecía a Fersmoth, y Fersmoth no podía ser desobedecido.
Jamás.
Por alguna razón, Stan no podía apartar
la mirada de la chica. Era joven: quizá de unos dieciséis años. Su cabello era
castaño y estaba cortado hasta justo hasta abajo del pecho, ni un centímetro
más ni un centímetro menos; y cuando estaba consciente, su rostro mostraba una
fiera determinación y rebeldía difícil de encontrar en estos días. Le resultaba
extrañamente familiar, como si una profunda parte de su ser le dijese que esta
chica era alguien, no sabía quién,
pero alguien a quien debería reconocer.
Alguien familiar.
Su rostro le traía a la memoria el
recuerdo de un rostro amado, y Stan se obligó a enterrar el recuerdo en las
profundidades de su mente, sintiendo un inesperado ramalazo de rencor hacia la
chica.
¿Quién era ella para obligarlo a recordarla?
¿Quién, quién?
Ciertamente, ambos rostros eran casi
idénticos, si exceptuabas la diferencia de edad. Pero Stan no quería
recordarla, oh no. Quería seguir siendo un arma: irrefrenable y manejable y
libre de la necesidad de pensar. Libre de los recuerdos.
Era mucho más fácil así.
Siguió observando la mirada gris e
inexpresiva de la chica a la que había noqueado y traído a las Tierras Negras.
En medio de sus irises grises parecía flotar el recuerdo del ataque: golpes y
puñetazos y ondas de choque y mordidas cuando el cansancio había sido demasiado
para usar la energía.
El recuerdo flotó cada vez más y más a la
superficie, más y más, hasta que en los ojos de la chica fue apareciendo poco a
poco una luz, una consciencia…
Stan aplastó con violencia un botón al
lado de la camilla.
No quería a la chica consciente.
Todavía no.
Fersmoth sería el que la viese
consciente, no él.
Stan observó impasible cómo unas enormes
y delgadísimas agujas se clavaban en puntos clave del cuerpo de la chica,
sedándola por 24 horas más.
Había vuelto a ser un arma, y se
aseguraría de no dejar de serlo por un buen tiempo.
WA. *-*
ResponderEliminarNo sé que cosa más inteligente decir. La canción me sigue asustando (? Pero le queda como fondo perfecto al capitulo.
Me encanto:3
Te comprendo, pequeña padawan. *palmada en la espalda*
EliminarIgual a mí, Looool, la amo xD
Gracias :3
-Pal